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Esta es una crisis llena de números. Sí, de acuerdo: lo importante son las personas, no los guarismos. Pero es que, como les gusta recordar a los responsables de Salud del Gobierno de La Rioja cada vez que pueden, detrás de cada frío número hay ... una persona, y detrás de cada persona hay muchas tragedias familiares. Así que tener los números en orden no es ninguna tontería: es una señal de que lo que está detrás de esos números también está en orden.
Hasta hace bien pocos días, la apariencia de las cifras con que el Gobierno de La Rioja trataba esta crisis era intachable. Y eso reflejaba, parece, el mismo orden mental con el que se ha tratado la parte sanitaria de esta crisis, al menos en lo que a Salud se refiere. Cómo el San Pedro sobre todo ha ido respondiendo a este desafío es un ejemplo para muchos. No perfecto, pero sí reseñable. Y en esos días, los números que salían, siendo cada día un poco peores, eran irreprochables: pasaban cosas más desagradables, pero la sensación era que por debajo había un control y un saber dónde estábamos y, quizá, hacia dónde íbamos.
Todo eso ha saltado por los aires en los últimos días; de repente ha asomado un caos numérico en el que ya no es fácil saber cuántas pruebas se han realizado ni dónde ni qué fiabilidad se les da, ni siquiera, ya ayer, en cuántos positivos había aumentado la epidemia el lunes. Y si el orden externo suele denotar orden interno, el caos visible es señal inequívoca de que algo se ha desordenado en el interior.
Ayer, por ejemplo, la contabilidad oficial que La Rioja envió al Ministerio cifraba en 127 los nuevos contagios. De los de siempre, mediante PCR. Pero a la vez, en las residencias de ancianos surgían otros 129, fruto de los test de anticuerpos, los llamados «test rápidos». En los que ahora también se incluyen otros centros residenciales de servicios sociales, que se habían incluido por error y que descuadraban la cifra total de afectados en las residencias de mayores.
A todo esto, el Gobierno asegura sin despeinarse que ayer hizo 664 test, y primero afirma y luego niega que ahí estuvieran incluidas las pruebas rápidas. Por tanto, ninguna explicación de por qué el porcentaje de positivos, que normalmente ronda entre el 30 y el 40%, de repente baje hasta el 19%. Sería una excelente noticia... de tener alguna explicación.
Y todo eso, el mismo día en que Salud recoge 16 fallecidos que había perdido, sobre todo a lo largo del fin de semana. Ojo ahí: algunas muertes del viernes aún no habían sido contabilizadas cuatro días más tarde. Y mientras, algunas residencias niegan las cifras que da Salud, diciendo que tienen menos muertos (¡o incluso más!).
Si el orden numérico reflejaba una cabeza pensante en el San Pedro, ¿a qué obedece este caos repentino? Es evidente: a que algo va (muy) mal en los centros de mayores.
Es hora de reconocer lo evidente: el Gobierno de La Rioja ha perdido las residencias de ancianos. No supo ver lo que iba a pasar, o si lo supo no tomó las medidas adecuadas en su momento. Mientras se centraba en Urgencias, la UCI y las camas de hospitalización, dejó fuera del radar el terrible crecimiento soterrado del coronavirus en las residencias. Se confió en una separación inviable y en un personal poco provisto y escaso. Y así estamos ahora: casi la mitad de los muertos ya procede de esas residencias, y 14 de los 19 fallecidos «recontados» de estos últimos días salieron de ahí.
Si algo está demostrando palmariamente esta crisis son dos cosas. Una, que la sanidad pública es insustituible y nunca estará demasiado bien financiada. Y dos, que el modelo de residencias de ancianos que tenemos es vulnerable a casi cualquier ataque. Ahora, con algunos centros de mayores en estado catastrófico, Salud aparta a Servicios Sociales de su gestión y comienza, en pleno abril, a hacer pruebas a todos los residentes.
Busca contar, busca saber. Busca, en fin, recuperar el orden. Aunque para muchos ya sea tarde.
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