El titular de Sanidad, Salvador Illa, deja hoy el ministerio para encabezar la candidatura de su partido –el PSC-PSOE– en las elecciones al Parlamento de Cataluña previstas para el 14 de febrero. Ha transcurrido casi un mes desde su nominación por parte de la dirección de los socialistas catalanes; tiempo en el que el ministro Illa se ha negado a abandonar el Gobierno mientras no diera inicio la campaña electoral. Su explicación ha sido que pretendía dedicarse al 101% a sus obligaciones en la lucha contra la pandemia hasta el último momento. Un porcentaje de compromiso imposible de cubrir por un ser humano, y del que el candidato a la presidencia de la Generalitat se ha quedado muy lejos cuando ni siquiera ha mostrado el sentido de la responsabilidad que le demandaba comparecer ante el Congreso para dar cuenta de su gestión antes de abandonar el cargo. El nombramiento de Illa como ministro de Sánchez cubría la cuota correspondiente a los socialistas catalanes en el Gobierno de coalición; pero ni el titular de Sanidad ni el presidente podían suponer que se convertiría en un miembro clave del nuevo Ejecutivo a causa de la covid-19. Un año después, Salvador Illa puede ser acreedor a la imagen de una persona templada, capaz de soportar una altísima presión pública, proclive a eludir la confrontación con otros partidos e instituciones, y apto para mantener sus posiciones a todo trance. Pero sería un error confundir esas características personales y políticas de Illa con un balance de gestión que merezca una nota alta. Porque tras su talante apaciguador se ha ocultado una notable cerrazón ante el criterio expuesto por responsables autonómicos y expertos independientes. Su aparente franqueza ha disimulado la falta de transparencia ante la necesidad ciudadana de conocer cuáles eran las razones y las personas que llevaban al Ejecutivo a adoptar unas medidas y no otras. Es probable que ningún otro titular posible hubiera ofrecido un balance de gestión más positivo al frente de Sanidad, atendiendo a las intenciones del Gobierno PSOE-Unidas Podemos y a la polarización partidaria que domina la política española, ante un desafío de envergadura pandémica. Pero la despedida de un cargo de tanta relevancia en medio de la tercera ola para, desde hoy, dedicarse «al 101%» a su papel de candidato del PSC-PSOE subraya una de las principales características de Salvador Illa: ser un hombre de partido.
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