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El rapero Kanye West se debate ahora mismo ante un intrincado dilema: aspirar a la Casa Blanca, como él pretende, o ingresar en un manicomio, como le aconseja su familia... Tal vez no haya mucha diferencia. Que alguien con tanta propensión al desvarío como Donald ... Trump haya llegado a ocupar el Despacho Oval es un enorme aliciente para cualquier desequilibrado con delirios de grandeza que haya nacido en Estados Unidos. Ser rico y famoso antes de saltar al ruedo de la política está claro que ayuda. Soltar barbaridades es otro plus añadido. Y en esto Kanye (por imposible que pueda parecer) le saca mucha ventaja al ya de por sí desubicado Donald.
En su primer acto electoral, el rapero ha declarado a bocajarro (nunca mejor dicho) que «disparar armas es divertido». Tal vez sea esa la razón por la que decidió dar el mitin vestido con un chaleco antibalas. También se refirió al aborto desde un punto de vista personal, como posible víctima, porque su padre quería interrumpir el embarazo de su madre. Y, claro, solo de pensar en la vidorra que se habría perdido, le entran ganas de llorar... Lo que ya no se comprende (aunque forma parte de la incoherencia innata de los políticos) es que él también pretendiera impedir el nacimiento de su hija North animándole a abortar a su esposa, Kim Kardashian.
Arrepentido, ahora West propone que se combata el aborto por la vía de ofrecer a cada embarazada indecisa un millón de dólares «o algo así». Supongo que al pasar a limpio su programa electoral sus asesores optarán por quitar lo del millón y dejar el «algo así». Y encima tendrá votantes... Pienso en la vacuna de Oxford contra la Covid y concluyo que cuanto más conozco al ser humano, más quiero a los chimpancés.
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