Si el verano pasado fue el de nuestro descontento, este será el de nuestra alegría. O el de la sonrisa moderada, vale, que todavía no podemos lanzar las campanas al vuelo ni las mascarillas al aire. En cualquier caso este verano, más que ningún otro, ... necesita una canción que nos ayude a recordar lo que fuimos.

Publicidad

No queremos una de esas musiquitas chill out que lo mismo suenan en un chiringuito con ínfulas que en la cabina de una esteticista. Tampoco nos hace falta indie intensito que nos quite las pocas ganas de vivir que nos quedan, ni porno reguetonero que nos ponga, pero de los nervios. Necesitamos canciones tan fáciles de recordar como la tabla del uno, tan pegajosas como una noche de bochorno; canciones horteras y sandungueras para batirse como haciendo mayonesa y darle alegría a nuestro cuerpo, Macarena, para bailarlas en las verbenas entre vino peleón, padres que se menean junto a sus hijos pequeños, abuelas de alivio de luto que miran sentadas en una silla de plástico y adolescentes que, con el sol en la cara y el calimocho en la mano, se esconden en las sombras para echarse al morro el primer pitillo. O el primer beso.

Por eso necesitamos a Georgie Dann, a su pelazo negro zaino, a sus movimientos ortopédicos y a su poesía llena de sutiles metáforas: «Las chicas en verano / No guisan ni cocinan / Se ponen como locas / Si prueban mi sardina». Espero que el francés haya pasado el confinamiento componiendo denodadamente hasta encontrar una palabra que rime con gel hidroalcohólico. Porque no es fácil. Mejor con mascarilla. «Quítate la mascarilla / bésame la curcusilla». Definitivamente, Georgie Dann es el que mejor nos puede ayudar a acabar con la distancia social. Y con la corrección política.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad