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Este martes pasado, cuando me dirigía hacia Logroño en autobús leyendo Diario LA RIOJA, me pizcó la atención este titular: «Torrecilla, candidatura única». «¡Albricias! -exclamé, mientras una niña de diadema verde sobre su cabecita me miraba sonriente desde su asiento vecino- ; ¿será posible este ... milagro serrano en medio del ambiente desternillante, confuso y tan escasamente esperanzador de las elecciones?». La niña frunció levemente el entrecejo ante esa triple mención adjetival (me parece que yo también).
Mi reacción se debía a una doble razón. La primera porque las necesidades en nuestros pueblos no son tantas, tan diversificadas ni tan complicadas como las de las ciudades y urbes; en consecuencia, no hacen falta tantas candidaturas como casi siempre se presentan, que en muchas ocasiones no son más que correas de transmisión de los políticos de la capital que solo buscan votos para sus alforjas. La segunda porque una sola candidatura unida desde el pueblo hasta la entrada de Logroño por un mismo sitio hace más fuerza en la capital que si entras desunido por cuatro vías diferentes. No hago populismo ni demagogia; simplemente es mi puritita opinión, mis cuates.
Después, al internarme en la lectura de la noticia, quedé algo suspenso; ninguno de los representantes de tres de las formaciones políticas más significativas de La Rioja interrogados sobre esa novedad aseguraba nada en concreto, e incluso el propio alcalde serrano manifestaba que «no se puede confirmar nada todavía». De todos modos, la noticia ahí está, y la situación actual en nuestros pueblos pequeños, alejados de núcleos importantes, es más endeble que la de otros mejor localizados. Muy interesante me pareció la tertulia que el mismo martes por la noche mantuvieron una señora y tres señores en un canal riojano de televisión sobre la problemática de nuestros pueblos, más o menos pequeños o medianos; llegué un poco tarde, deduje que eran miembros de cuatro corporaciones distintas, mas opinaron amorosa, clara e inteligentemente, mostrando dificultades y soluciones, estas últimas aportadas desde las propias poblaciones; además no se interrumpieron unos a otros en ningún momento (gracias por ello; para que luego digan de los de pueblo), y el moderador, conciso y en su papel.
A ver si en Torrecilla en Cameros tenemos suerte y a ver si cunde el ejemplo en otras localidades, no vaya a ocurrir que vuelvan a cantarnos otros cuatro años la vieja canción algo modernizada: «Ya se van los votitos hacia la llanura,/ ya se queda la sierra triste y oscura;/ ya se van los dineros, ya se van marchando;/ más de cuatro serranos quedan llorando». La unión hace la fuerza; que no se rían de nosotros.
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