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La muerte de la reina Isabel II de Inglaterra es un símbolo que marca el fin de la época tras la II Guerra Mundial; el mundo responde a la pérdida de una reina, pero también ante la inquietud del fin del orden que representaba frente ... a la incertidumbre del cambio. Los más de 70 años de su reinado han recorrido una trayectoria iniciada cuando Stalin lideraba la denominada URSS, Truman presidía Estados Unidos, el jefe del estado francés era Vicent Auriol y el de España, Franco, conviviendo después con líderes como Kennedy o De Gaulle, Mandela o Juan Pablo II. Una época de grandes cambios desde la Commonwealth, la política de Churchill, Thatcher o Johnson, la generación de los Beatles, la tragedia de lady Di, el Covid, el Brexit o una nueva guerra a las puertas de Europa; desde los trenes de vapor, el teléfono por marcación o el matrimonio «para toda la vida», a viajar supersónicamente, twitear o el divorcio de sus hijos. Una muestra de resiliencia de una mujer impenetrable pero una reina profesional y discreta.
El reto de conducir el cambio de un país azotado por una cruda crisis social y económica en un continente sobrecargado de tensiones lo afronta su hijo, inminente rey Carlos III, partiendo de una imagen poco popular, añoso, diana de miradas jocosas, protagonista públicamente de un sonrojante escándalo íntimo, elevando a la mujer que encarnó entonces la imagen de la amante a reina consorte. Quizás logre ser un símbolo de transición unificadora hacia la época actual, marcada por graves retos: guerra en Ucrania, la crisis climática y energética, o el ascenso de la nueva ultraderecha en bastiones como Suecia, Inglaterra, Hungría, quizás en Italia, Francia o en España, resultado de un populismo que olvida el sentido de la palabra fascismo de recientes consecuencias históricas y que puede ser una amenaza en el futuro común de Europa; el neofascismo puede no ser anecdótico sino un cambio de fondo con valores conservadores extremos, individualismos y diagnósticos simples con soluciones simplistas, fruto del descontento social y el retroceso de la derecha moderada. En este entorno, la grave crisis energética es una crisis de seguridad a la que Europa debe hacer frente unida.
Aún así, unos 372 migrantes fueron rescatados este fin de semana en el Mediterráneo intentando llegar a un mundo mejor, el que quizás no tengamos la fuerza de preservar de extremismos o individualismos.
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