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LA PLAZUELA PERDIDA

Ni tanto ni tan calvo

Martes, 11 de abril 2023, 22:00

Cuando a los once años de mi amigo Félix les hicieron salir del estudio del internado, la expectación se apoderó de todos. Su padre hablaba ... con el fraile de turno y las malas notas de Félix, aquella quincena, no presagiaban nada bueno. De pronto, el padre dio dos bofetones a su hijo y dijo, con voz que todos oímos: «Y, si vuelve a pasar otra vez, llámeme, que vengo». No volvió, porque las notas de mi amigo mejoraron bastante, pero algún profesor, cuando Félix se distraía, sacaba la cantinela: «Cuidado, Félix, que llamo a tu padre». Este hecho no era frecuente en el colegio, pero tampoco era excepcional. Sin llegar a los tiempos de mi abuelo, en los que el maestro llevaba una dura vara de fresno, para dar en la cabeza a los enredadores o torpes en la lectura –y que hacía que mi abuelo dijese, al levantarse, «Padre, pégueme, pero no voy a la escuela»–, la frase más repetida por los padres, cuando se encontraban al maestro por las calles del pueblo, solía ser: «A mi hijo dele fuerte y sin miedo, que tiene la cabeza dura».

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