Callejón socialista

La investidura de Pedro Sánchez depende de ERC. Toda negociación entraña un proceso de mutuo engaño, combinado con el engaño propio que implica el trueque. ERC ha puesto como condición para transitar del 'no' inicial a Sánchez a la abstención que el aspirante socialista se comprometa a un diálogo instituido entre el Gobierno central y el de la Generalitat o entre los partidos que los forman. Sánchez trata de salvar la investidura, aun dejando la gobernabilidad en suspenso, mediante los buenos oficios de Iglesias y Ada Colau. A su vez, los responsables de ERC perseguirían no quedarse fuera de juego ante Madrid con la intención de que el alma más posibilista del independentismo gratifique electoralmente su disposición a la estabilidad general. Pero la supeditación de esta última a los equilibrios internos en el secesionismo advierte de que la negociación iniciada entre el PSOE y Esquerra no es inocua en cuanto a sus efectos ulteriores.

De entrada, resulta poco verosímil que el líder socialista pueda sortear el trámite de su elección como presidente con una suma de partidos hacia su izquierda y hacia la vindicación territorial, para a continuación explorar alianzas alternativas de cara a la gobernación del país con guiños hacia el centro-derecha en pos de 'políticas de Estado'. La ruta emprendida por Sánchez no permite más virajes que el regreso al punto de partida. De modo que, si recaba el voto de confianza de ERC para la investidura, deberá contar con ese mismo voto para el tramo de legislatura sobre el que consiga gobernar gracias a él. Solo una rectificación a fondo del independentismo encarnado por Oriol Junqueras, Pere Aragonés y Gabriel Rufián daría sentido al empeño.