Hubo una vez en este país multicolor, un rey que vino de lejos a reinar en estas tierras nuestras. En aquel tiempo en España no había democracia plena. Buscaron los padres de la patria un rey que sucediera a una reina que tanto había defraudado ... a sus súbditos jugando al escondite constitucional como su padre. Reunidas las Cortes votaron al primer rey electo en un parlamento. El joven rey llegó a España el día en que en la calle del Turco mataban al general Prim, su valedor. La pelotera de intrigas y broncas que había montada en la vieja España hizo que el rey que no podía reinar decidiera abdicar.
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Un día como hoy, 12 de febrero de 1873, las palabras de Amadeo I quedaron impresas en el BOE de la época. Quienes viven de enmendar la historia debieran leerlas. Así dijo aquel rey: «La España vive en constante lucha... Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha... sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles, todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate... y contradictorio clamor de los partidos,...es imposible hallar el remedio para tamaños males».
Hoy, una sensación semejante a la sentida por aquel rey efímero recorre el ánimo de los españoles, pero nosotros no podemos abdicar de ciudadanos y largarnos con viento fresco a ventilar la decepción. Estamos viviendo esta peste rodeados de ruido y bronca política y alejados del sentido común. Escuchando al vicepresidente Pablo Iglesias cuestionar la calidad democrática de este país me han venido a la mente las palabras de Amadeo de hace 150 años y no dejan de asombrarme. Antes que nada, Iglesias debe decidir si quiere estar en misa o repicando, no se puede ser gobierno y oposición, no se puede confundir exiliados con fugados, ni presos políticos con políticos presos, ni a España con Rusia.
Si la democracia actual tiene defectos, somos los ciudadanos los que los padecemos mientras vemos a los causantes lavarse las manos con nuestra dolorosa decepción. La clave está en aclarar quién la ha deteriorado abusando del poder para debilitarla, burlando controles, corrompiendo y corrompiéndose o desviando fondos y favores a sus partidos, impidiendo que se renueven tribunales constitucionales, ejerciendo la política arbitrariamente o negándose a llegar a acuerdos que eviten que este país se hunda como el Titanic. Quienes deben mejorar la calidad de la democracia dando ejemplo solo ofrecen el enfrentamiento. Se niegan a ver que existe un problema de calidad de nuestros políticos y demasiadas culpas repartidas como para abdicar de ellas. Razón llevaba aquel rey que vino de lejos y se fue creyendo que los enemigos de los españoles siempre son otros españoles.
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