Vivimos atropelladas por el día a día, con mil y un quehaceres, aceleradas, intentando conciliar, sin apenas tiempo para nada. Vivimos así, es una evidencia. Y más las mujeres que los hombres, también es palmario.
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Algunas situaciones son preocupantes; otras, hilarantes. Una amiga mía, por ... ejemplo, se dejó a su hija, de apenas unos meses, en una gran superficie comercial. Qué cabeza. Otra conocida no se dio cuenta de que los garbanzos tenían gorgojos hasta que los vio en el plato de su marido. «Bueno, más proteína», pensó, que tampoco hay que hacer problemas por todo.
Lavadoras a más temperatura que encogen ropas; calcetines de diferente color; el hijo, en Inglés cuando le toca Robótica... El día a día. Qué cabezas.
Y con este ritmo de vida que llevamos las mujeres, ¿cómo no olvidar incluir un piso en la declaración de bienes? Bueno, o no hacerlo por estar a la espera de la cita con el notario... no, no, que era por aguardar al inicio de la Campaña de la Renta ... o por... Si es que con tanto trabajo, con una comparecencia pública al trimestre, es difícil estar a todo. Y además, ser transparente.
Pero, para mala cabeza, la mía. Que no solo me hace incurrir en olvidos. De vez en cuando me propone extrañas analogías. Como la que, sin ir más lejos, me sugirió días atrás leyendo en el folleto de 'Transparentes' (la exposición de la Casa de las Ciencias) frases como «formas de vida que, a diferencia de la mayoría de los seres vivos (...), lo que les otorga la curiosa apariencia de ser transparentes o translúcidos»... Igualdad... Transparencia...
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Qué cabeza también la mía...
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