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No sé adónde nos llevará el odio pero en esta España nuestra hay cada día más personajes interesados en su siembra. Si esto sigue así, la cosecha este año será excelente en toneladas de resentimiento acumulado, pero pésima para la calidad de la convivencia. Desconozco ... si este clima de tensión emocional, que se está imponiendo en la bronca política y que se está extendiendo a la calle, resulta positivo para alguien pero no duden que acabará deteriorando el respeto mutuo y la calidad democrática.
Confío en que el sentido común de los ciudadanos sea superior al de quienes cabalgan a lomos de la intolerancia. Pese a lo que se dice ahora por algunos políticos, en este país había algunas cosas consensuadas en educación, asuntos que nadie discutía, fruto de leyes de mayorías políticas diferentes, incluida la LOMCE que impulsó el PP. De repente, lo interesante es dinamitarlo todo, incluso la posibilidad de acuerdo sobre cualquier cosa por nimia que sea. Solo importa levantar trincheras en vez de puentes. No me gusta nada este ambiente. Se empieza por los bulos, las mentiras y las injurias en las redes sociales y se termina insultando al vecino que no piensa como tú.
La polémica sobre la censura impulsada por Vox es un ejemplo claro del contexto enrarecido. Las actividades complementarias (no las extraescolares) que forman parte de la educación obligatoria y pasan por el claustro y el consejo escolar, donde padres y alumnos tienen representación, es ahora el campo de batalla. El veto parental en Murcia donde el apoyo de Vox ha sido decisivo para que el PP alcanzara el gobierno ha abierto la veda.
Nadie discutía, hasta hoy, la necesidad de educar en la igualdad y en el respeto al diferente porque es igual que tú y tiene los mismos derechos. De pronto, el PP se ha transformado y para asombro de propios y extraños en vez de un caballo se ha montado en un borrico, que es más español, y ha abierto la falsa polémica de la propiedad de los hijos. «Mis hijos son míos y no del Estado, saquen sus manos de nuestras familias». Pablo Casado ha lanzado esta piedra contra el gobierno como si España fuera la Unión Soviética de la época de Stalin y no un estado democrático que respeta los derechos de los padres y los de sus hijos. No están defendiendo la libertad de elección de la educación de sus hijos, que ya existe, sino que están en contra de educar en libertad y sobre la libertad, la única forma de terminar siendo una persona formada con conciencia crítica propia.
Hasta el Papa ya dejó claro en 2017 que «los padres son custodios y no propietarios de sus hijos». Pero la mayor parte de la jerarquía eclesiástica española, históricamente más papista que el Papa, ha terciado a favor de Vox. Teniendo en cuenta que muchos de ellos todavía insisten en que la homosexualidad se cura y que el movimiento feminista persigue la destrucción de la familia, no sorprende que prediquen el fin del mundo frente a un gobierno del demonio. Tremendo resulta dadas las contradicciones que, en materia sexual, adornan su historia. No quiero entrar en detalles escabrosos, pero en esta cuestión nunca han protegido la libertad y los derechos de sus víctimas frente a los delitos cometidos contra ellas. Ya saben que hablo de los escándalos en colegios y seminarios. El papelón que está teniendo Ciudadanos también es memorable. Sí pero no, no pero sí y mañana, lo contrario pero siempre cómplices de la intolerancia.
Se impone el «No» a todo lo que huela a libertad. Son los mismos que, a lo largo de la historia, se negaban a que las mujeres estudiáramos, los que cuestionaban nuestra inteligencia, los que negaron que la Tierra giraba alrededor del Sol o la teoría de la evolución, los que añoran el despotismo ilustrado (o sin ilustrar), los que cerrarían el libro de filosofía en Santo Tomás...
No volvamos al pasado, en él los señoritos siempre fueron a caballo. Solo falta que ahora quienes vamos a pie por la vida les tengamos que reír las gracias.
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