El Gobierno se esforzó en presentar anoche como una demostración de que «escucha» el último bandazo en la lucha contra la pandemia, con el que corrigió un inexplicable error a cambio de consolidar la imagen de que se mueve a golpe de improvisaciones más que ... guiado por una estrategia asentada en bases sólidas. El Consejo de Ministros decidió ayer que, a partir del próximo lunes, las niñas y niños de hasta 14 años podrán salir del confinamiento en compañía de una persona adulta para acompañarla en la compra de alimentos, productos farmacéuticos y prensa o gestiones bancarias. El enunciado general de la medida nada tenía que ver con lo que Pedro Sánchez anunció el sábado y prometió a los presidentes autonómicos al día siguiente. Tampoco con la versión que el doctor Fernando Simón había avalado en sus últimas comparecencias: la salida acompañada de los menores de 12 años durante un tiempo prudencial, sujeta siempre a medidas de distanciamiento y de higiene, con el fin de que se muevan al aire libre y hagan un mínimo de ejercicio. La polémica suscitada por la desconcertante iniciativa, criticada por todo el arco parlamentario –incluido Podemos y los socios de investidura del PSOE–, empujó al Ejecutivo a rectificar horas después. Mientras lo hacía el ministro de Sanidad, Salvador Illa, el vicepresidente Pablo Iglesias intentaba anotarse el tanto al congratularse de que se hubiesen impuesto sus tesis.
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Ni el acuerdo del Consejo de Ministros ni la posterior marcha atrás fueron explicadas por razones científicas ni de ninguna otra índole. Es más, la portavoz María Jesús Montero llegó a negar que la decisión inicial del Ejecutivo contradijera la anunciada por Sánchez pese a la flagrante evidencia,de que así era, corroborada más tarde por la rectificación. La extensión de la desescalada hasta los 14 años resultaba ineludible. Pero su restricción a actividades que por sí mismas comportaban riesgos de contagio para los niños constituía un contrasentido que no podía obedecer a criterios epidemiológicos, difícilmente sostenible con argumentos sólidos y que, sin una razón de peso que lo fundamentara, estaba llamado a decepcionar profundamente a millones de familias. Es esencial que el Gobierno se haga con la brújula que el país necesita para transitar del confinamiento a su desescalada sin que la «autoridad única» se pierda cada día entre decisiones y mensajes que solo generan confusión.
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