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La carestía al alza de la vida cotidiana es un hecho; no solo aumentan los costes de los precios energéticos, sino de algo más básico que a menudo dejamos en la retaguardia: el precio de los alimentos y la cada vez menos ajustada cadena entre ... productor y consumidor que pone en jaque al primero sin beneficiar al segundo.
A pesar de las escenas de productores de leche vertiendo litros del producto debido a los bajos precios impuestos que no compensan el coste de su producción o de agricultores invadiendo carreteras y volcando frutas y verduras por el mismo motivo, abunda la preocupación por la crisis energética, geopolítica o medioambiental, pero se habla poco de esa otra crisis que tambalea al sistema productivo primario.
El modelo de este sector, especialmente productores agrícolas y ganaderos, sufre desde hace décadas el envite de las perspectivas que la ciudad y otras profesiones ofrecen a sus nuevas generaciones. Ahora, además, está asfixiándose por la tenaza que ejercen las empresas transformadoras, de distribución y grandes superficies con su política de mercado y precios que, quizás, acaben dejando la producción agrícola y ganadera en sus manos relegando a sus profesionales sin futuro ni relevo generacional, agravando el abandono de propiedades agrícolas y ganaderas, o la reconversión de tierras de cultivo a otros fines más lucrativos.
De nada vale su papel en la sostenibilidad medioambiental, ni las quejas por el despoblamiento rural, si a los ciudadanos y los gobiernos les continúa faltando la valentía de plantar cara a este fenómeno que afecta a alrededor del 3% de la población activa dedicada a trabajar y cuidar la mayor parte de la superficie del país. Sin productores no podemos sobrevivir, pero ellos deben vivir dignamente de su trabajo y de los productos que ofrecen con su dedicación. Asfixiarlos bajo la tenaza de los precios marcados desde cadenas transformadoras y comercializadoras es un grave error que empobrece al país. Es urgente tener políticas efectivas que valorando su trabajo y papel en la riqueza común reviertan el abandono de su profesión, hábitat rural y cuidado medioambiental, evitándolos.
De ahí la importancia de iniciativas como la del renovado Ecomercado en Logroño, un espacio donde productores directos ofrecen sus productos naturales desde la mano productora hacia la consumidora. Regulando y reconociendo con dignidad el trabajo de agricultores y ganaderos se evitarán abusos, y que el territorio se convierta en un lugar sórdido y abandonado.
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