La buena fe la carga el diablo
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Los cementerios están llenos de valientes y de víctimas de la buena fe... de otros. A los responsables de Escolapias les sobraba fe por arrobas cuando decidieron resolver como asunto interno –lo de lavar la ropa sucia en casa, ya saben–, un caso de presuntos ... abusos a una menor. No escribo del que sucedió hace algunas semanas y que trascendió ayer cuando lo hizo público este periódico. Evoco otro y que aconteció, pongamos, hace dos décadas o así. El asunto no pasó de ser un escándalo doméstico que se zanjó en silencio, sin Policía ni juzgado y con el presunto abusador de patitas en la calle por la puerta de atrás y la boca cerrada. «Por proteger a la víctima» fue el argumento entonces, como ayer. La buena fe la carga el diablo y no calcularon que el presunto abusador repetiría la despreciable fechoría. Ni que la suya no habría de ser la última víctima del tipejo. Porque sí, hubo otros abusos y otras víctimas. También otra gente que, con menos fe pero con más sensibilidad social, sí interpuso denuncia. El abusador pena hoy en prisión con sentencia firme.
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