El pasado año terminó con 471.360 empleos más que el anterior y un descenso del paro en 268.000 personas. Esos datos, aunque inferiores a los del ejercicio precedente, cuando la economía se encontraba en plena recuperación pospandémica, tienen un especial valor al haberse ... registrado en un contexto plagado de adversidades por la guerra de Putin y sus derivadas en forma de fuerte encarecimiento de la energía, inflación desbocada e impacto negativo en el consumo y la inversión. El mercado de trabajo mostró una dinámica propia respecto al comportamiento general de la actividad que le permitió rozar el máximo histórico de ocupación en el primer ejercicio de vigencia de la reforma laboral –la afiliación a la Seguridad Social cerró en 20,3 millones–, lo que habla por sí mismo sobre sus resultados en unas circunstancias excepcionalmente negativas frente a las voces agoreras que pronosticaban toda suerte de catástrofes con su puesta en marcha.
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El favorable comportamiento del empleo en el conjunto de 2022 muestra una gran capacidad de resistencia, que ha contribuido a paliar los efectos sobre la población del deterioro experimentado por la economía desde que el Kremlin desafió a Occidente con la invasión de Ucrania. Ello no es óbice para advertir en diciembre indicios de que la ralentización del crecimiento podría estar lastrando ya las contrataciones. El aumento de los cotizantes en 12.640 personas en ese mes no puede obviar la pérdida de 8.300 afiliados en términos desestacionalizados. Este último dato no marca por sí mismo una tendencia, pero apunta las posibles consecuencias de una expansión del PIB que rasee el 0% durante el primer trimestre de este año. El sustancial enfriamiento de la actividad que diversos organismos vaticinan a corto plazo pondrá a prueba la fortaleza de un mercado laboral que, pese a su incuestionable mejora, mantiene una tasa de paro del 12% en riesgo de incrementarse en el recién estrenado ejercicio. Una cifra que, frente a la media del 7% de la Eurozona, constituye una anomalía estructural que revela las deficiencias de nuestro modelo productivo.
El aumento más que notable de la contratación indefinida ha encontrado en los fijos discontinuos una modalidad que perpetúa la precariedad de muchos empleos por positiva que resulte su existencia frente a la eventualidad de que no se diera ni eso o continuara la temporalidad normalizada.
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