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Tuve que esperar a que abriera el primer restaurante chino de Logroño para descubrir que la perplejidad que había mantenido en vilo mi corazón durante años tenía nombre propio. La vida era agridulce como una ración de cerdo cantonés. No había vacaciones sin ese último ... día por el que se colaba el olor frustrante a lejía y lapiceros del colegio. El final de los sanmateos venía acompañado de un cierzo helado que amontonaba en las esquinas hojas secas y cenizas de romances estivales. La alegría es un árbol frondoso repleto de pájaros de colores, y uno solo, pequeño y gris, que canta en sordina la punzante melodía de la tristeza. Tristealegre el niño que se arroja a las fauces del Tragantúa y es excretado por el túnel del tiempo a una mediana edad de hipotecas, Lorazepam e infidelidades carentes de deseo. Tristealegre la feria, cuando se encienden las farolas, huele la noche a aceite hirviendo y algodón dulce, deambulan adolescentes obstinados y parejas solitarias, y el tiovivo le da cuerda a su música de hojalata.

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larioja Vals de los coches chocones