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En estos tiempos insulsos y apocados, en los que al mismísimo David Hasselhoff se le subiría a lomos de un patinete ñoño y ortopédico a resolver entuertos, las tractoradas suponen la irrupción en nuestras asépticas ciudades de un animal salvaje, antediluviano y totémico. Un John ... Deere festoneado de espigas, barro y enseñas rojigualdas constituye el perfecto mansplaining de ese mundo en vías de extinción que ofende a nuestra delicada pituitaria sostenible y digital, y que por eso llega a las baldas de nuestros supermercados envuelto en plástico, incoloro e inodoro. Por toda Europa miles de Aníbales se montan en sus monstruosos paquidermos borrachos de diésel y rabia para recordarnos, como en el famoso poema de Cavafis, que cuando la civilización declina y dedica sus fuerzas a sexar ángeles inevitablemente se produce el advenimiento de los bárbaros como una cierta solución. Hoy los Ángeles del Infierno sembrarían el pánico entre los buenos burgueses de la urba con piscina cabalgando cosechadoras y tractores. Hoy Loquillo reclamaría para su felicidad un tractor y no escupiría a los urbanos, sino a los funcionarios redactores de la PAC.

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larioja Tractoria en armas