Secciones
Servicios
Destacamos
Tenéis que ir al Prado, pero tenéis que ir ya. Dejaos de esos bodrios de musicales horteras, o de meteros en naves fabriles de la ... periferia a vivir experiencias inmersivas, que parecéis cobayas de algún experimento lisérgico. Que no os importen las colas kilométricas, ni las hordas de guiris alelados que deambulan pegados a su guía-zapatófono. Una vez dentro, nadie puede ser inmune al aura fascinante de Tiziano y Velázquez, de Rubens y Goya. Tenéis que ir al Prado porque es ahí donde se ubica el auténtico kilómetro cero de España, ese país cansino y convulso que no lo habrá hecho tan mal si ha sido capaz de crear la mejor pinacoteca del mundo. Tenéis que ir, pero tenéis que ir ya, no vaya a ser que por obra y gracia de los zopencos desorejados que nos desgobiernan estemos asistiendo a sus últimos días. Están circulando por las redes las imágenes de la fiesta que se celebró recientemente en el interior del museo. Radio 3, esa emisora que ha pasado de ser trinchera del underground a convertirse en púlpito desde el que mindundis varios nos endosan sus pacotillas sostenibles y paritarias, ha tenido la brillante idea de abrir el Prado la noche del primer sábado de cada mes para que jóvenes y jóvenas abreven y hagan twerking ante la estupefacta mirada de los grandes maestros del arte. Que igual se les acaba pegando algo, digo, a los jóvenes y jóvenas. Aunque también hay quien considera buena idea arrojar margaritas a las retozantes piaras de cochinillos. Uno ya no sabe si los zoquetes del desgobierno le asustan más por tarados o por aviesos. Amenazan con partir peras y desperdigar los fondos a lo largo y ancho de la geografía española, se ponen campanudos cuando advierten de la necesidad de descolonizar los museos, pero igual simplemente los acaban descojonando. Y entonces vuelve a ser sangrante el contraste con esos hombres y mujeres republicanos, a los que tanto invocan estos fatuos soplagaitas y de los que, sin embargo, lo ignoran todo. «El Prado es más importante que la Monarquía y la República juntas», y eso es de Azaña, que en el Madrid sitiado se preocupó ante todo de evacuar las pinturas del museo, porque en la conservación de ese legado iba la propia supervivencia de la dignidad de un país. Por tontuno, da casi más miedo el actual Ministerio de Cultura que la propia aviación franquista. Todo el exilio republicano concentró en el Prado la añoranza de la patria perdida. Como decía Gaya, la españolidad se expresaba más y mejor en ese museo que en cualquier ministerio, palacio o bandera. Pocas cosas simbolizan como el Prado la posibilidad de una patria común, sólida en su raigambre, alta de miras y de proyección esperanzadora hacia el futuro. Quizá por eso no sea casual que esta panda de dinamiteros de los lazos colectivos lo tengan en su punto de mira. Por desgracia, nos hemos habituado a que metan mano en nuestra cartera para costear su permanencia en el poder, pero aun más grave debería ser ver sus zarpas manoseando el patrimonio cultural. El dinero del Estado nos pertenece a todos, pero los principales propietarios del Prado son las generaciones futuras.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.