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La planificación del curso de los meses es un verdadero asco. A ese edificante pensamiento he consagrado cada madrugón de esta bendita semana. Porque ¿a quién se le ocurre comenzar el año de este modo avieso, a bote pronto y cuesta arriba? Con doce largos ... meses por delante, ¿de verdad enero era la mejor elección? Imaginen una carrera ciclista que diera el pistoletazo de salida en las rampas iniciales del Tourmalet; la gente corriente, los que tenemos alma de globero, vamos a las primeras de cambio con la lengua fuera y conformando el pelotón de los torpes. Enero nos condena a debatirnos en la vida entre el farolillo rojo y el coche escoba. Aunque a veces soñemos con ese golpe de rabia y fortuna que nos permita hacer un Bahamontes: el éxito no es la asequible vulgaridad de llegar primero, es el recochineo de preferir bajarse de la bicicleta para saborear un helado en la cima del puerto. O sea, que a mí esta semana lo que me pide el cuerpo es demarrar hasta mayo y esperar al personal sentado en una terraza tostándome al sol y bebiendo gintonics.
Enero solo ha hecho una cosa bien en su vida, que es dejarse caer por ahí para dar nombre en portugués a la ciudad de Río. Lo de apellidar también a la familia de Jesulín lo vamos a poner entre más interrogantes. Río de Janeiro debe de ser las antípodas exactas de este mes destemplado y desabrido, y basta decir la palabra 'Ipanema' para que las caderas se sacudan la escarcha y sustituyan el ritmo fabril por el contoneo sandunguero. No en vano el Dioni era un tipo como cualquiera de nosotros, con demasiados eneros a cuestas y muchos janeiros en la imaginación. Uno ve estos días el piloto de la comedia patria que se nos viene encima, y lo del peluquín y las mulatas le resulta de una exquisitez casi aristocrática. De hecho yo últimamente creo que las furgonetas de Prosegur me ponen ojitos, y lo de perpetrar un atraco a la altura de mis posibilidades de medio pelo empieza a no parecerme tan descabellado. Menos culturear y más samba y caipirinhas. Porque también es mala suerte la mía, para una vez que me dejan firmar en un periódico al país entero le da un ataque de columnismo furibundo, y con la cosa de la polarización va todo el mundo desatado y plantándole editoriales al lucero del alba. Fíjense que para este año me he propuesto escribir solo artículos detox, algo así como la dieta de la alcachofa en cuestiones de opinión. Además que uno anda ya cansado de forzar la cita de Orwell y Arendt, de pretender que le interesan lo más mínimo la salud de la democracia, los sesgos ideológicos o el futuro del pinzón del Ártico; uno, mal que bien, se ha ido apañando con un natural simple y de pocos vuelos, y va dando el pego gracias a muchas horas de barra de bar, unas cuantas alineaciones de viejos equipos de fútbol y ciertos gags casposos de la televisión ochentera. Nos queda el año entero por delante, pero yo me río de Janeiro y me parto la caja.
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