Secciones
Servicios
Destacamos
Qué duda cabe. No serían igual los agostos sin la irrupción de su correspondiente serpiente de verano. Aquella noticia irrelevante y fantasiosa con la que los antiguos gacetilleros rellenaban las páginas del periódico cuando andaba ayuno de actualidad candente, y que recibía su denominación por ... los oportunos avistamientos del monstruito del lago escocés. Se azuzaba a Nessie para que asomase el hocico y con esto el becario de turno pergeñaba una crónica que ayudaba a despabilar los tedios estivales. Será cosa de que la realidad española se nos está convirtiendo en un zoológico, porque a suplantar al bicho ha venido Puigdemont, que hizo de Barcelona por unas horas un híbrido entre las Highlands y la barraca de feria. Nuestro zarrapastroso ofidio zangolotino ha adoptado aquel estribillo de Álex y Cristina como santo y seña de su particular estrategia política: «Cuando crees que me ves, cruzo la pared. Hago chas y aparezco a tu lado». Visto el poco recorrido de sus repúblicas interruptus, yo creo que el hombre haría bien en ofrecer su espectáculo por los pueblos ahora que abundan las fiestas patronales. Con poco más que un tabladillo y una cortina se ganaría dignamente la vida practicando ese escapismo de pacotilla que tantos buenos ratos nos está dando, y ya de paso nos ahorraríamos unos cuantos duros de esa deuda que, por razones estupefacientes, todos los españoles hemos contraído con su circo ambulante.
Alguien dijo que el nacionalismo es esa ideología que nos promete un pasado mejor, y quizás sea por ello que el catalán es un ser de lejanías melancólicas, a la manera de Heidegger, que no fue precisamente un extremo del Barsa. Un desasosiego por alcanzar un ideal que solo él ve y que le vuelve obstinado y siempre insatisfecho. Uno veía la tocata y fuga del Barcelona de Guardiola, aquella orquesta de cámara que en vez de jugar al fútbol lo interpretaba, y se preguntaba a qué tanta desazón con mirar de reojo a los Madriles. Otros tiempos. Los que van de la zurda de Messi como una rama de las Bellas Artes sorteando maniquíes en el césped, al tocomocho del Nessie de Gerona, quien debería cambiar antes de estilista y peluquero que de principios, porque no en vano toda estética es una ética.
Se le atribuye a nuestro ilustre convecino Baldomero Espartero aquel dictamen por el cual «habría que bombardear Barcelona cada cincuenta años». Y no podemos estar más de acuerdo, solo que en vez de obuses habría que dejar caer una lluvia fina de psicólogos y metralla de Tranquimazines. Aunque va a ser que llegamos tarde. Por obra y gracia de las luminarias de Moncloa hemos descubierto que la feliz resolución del mal llamado conflicto consistía en extender el frenopático catalán por la plena totalidad de la atribulada piel de toro. Si de fugas rocambolescas hablamos, quién fuera un Houdini capaz de zafarse de tanta memez, escarnio, atropello y esperpento.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.