Secciones
Servicios
Destacamos
De entrada, póngase a corear el título de este artículo como un auténtico enajenado al ritmo del 'Seven Nation Army' de los White Stripes. No se preocupe, lo conoce de sobra. Lo ha oído infinidad de veces, en los campos de fútbol, en cualquier calle ... de su ciudad, normalmente entonado por uno de esos alegres corros de muchachos que nos hacen cuestionarnos si la reciente Ley de Protección Animal ampara su caso o directamente va por lo civil. Ya nos hemos acostumbrado a que ese inefable lolololo se convierta en la banda sonora habitual de las ingentes despedidas de soltero que abarrotan los bares del Casco Antiguo, cosa que, a los que somos de natural escéptico, nos escandaliza lo justo: asumamos que la perpetuación de la especie no suele venir precedida de un minué versallesco. Lejos de incomodarnos con este coro gorilesco, deberíamos adoptarlo como parte consustancial del patrimonio sonoro logroñés, a la altura de la sirena del Espolón, o, en la misma línea, el traqueteante martilleo de los trolleys domingueros sobre el adoquinado, cuando esos cientos de visitantes que nos han honrado con su estancia se largan con viento fresco a sus lejanos madriles o cuencas o donde quiera que habiten nuestros guiris patrios.
Durante el reciente puente de la Inmaculada la ocupación hotelera superó el ochenta por ciento, las Ferias de Santo Domingo fueron tomadas por cien mil personas, en lo que va de año llevamos ya récord de viajeros, y no hay sábado en que la calle Laurel no se convierta en un hervidero impracticable. Dios mío, si hubiéramos sabido que la gentrificación consistía en que el Soriano se convirtiese en pasto de instagramers, que las cuadrillas se viesen obligadas a hacer su ronda de vinos por el pasillo de casa. Solo nos falta que el Paco Martínez Soria del ramo beneficiado nos vuelva a decir que el turismo es un gran invento. Pues mire, sí, teniendo en cuenta que hemos convertido media España en un erial en el que nada se fabrica, nada se crea ni se proyecta, no nos queda otra que ofertarnos como museo al aire libre o como parque temático del despiporre. He ahí la España de provincias, resignada por modestia o somnolencia a no hacer alardes diferenciales, llena de iglesias viejas y palacios antañones reconvertidos en hoteles con encanto, de ferias gastronómicas y centros históricos tuneados como tontódromos del turismo de masas, que busca su poquito de autenticidad pero sin renunciar a las mismas franquicias que encuentra al pie de su portal. Y todavía hay quien se pregunta por la inevitable extinción del comercio tradicional en Portales. Si la Betsy Blair de 'Calle Mayor' levantase la cabeza se metería directamente en clausura sin muchos titubeos.
Logroño, Disneylandia del lirili y del tardeo. Las Vegas provinciano, tripero y entrañable, construido a base de tintorro y treintones cachondos. Estamos alentando toda una generación que se pasará como contraseña aquello de que lo que pasa en Logroño, se queda en Logroño.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.