Q ueridos súbditos: Tras más de dos mil años y varios millones de cartas recibidas, nos vais a permitir que, por una vez, se cambien ... las tornas y seamos nosotros los que os demos la murga con nuestras peticiones, que se resumen en una: o volvéis a confiar en la solvencia de esta augusta casa o al negocio le restan dos telediarios, y no quedará otra que la abdicación, el cierre y la suspensión de pagos. Vale que a muchos lo de la monarquía os provoca urticaria, pero ejercemos durante solo un día al año, que me río yo de lo del «reina, pero no gobierna». A la larga lo de magos tampoco ha sido buena idea. Igual hace mil años no era mala estrategia comercial, a la gente le imponían esas cosas, pero hoy estamos a la altura de tipos que amenizan fiestas infantiles con barajas y globitos. Tipos de intenciones extrañas, esto es así, tipos que gastan chaquetas estrafalarias, como nuestras propias pintas, un poco de opereta. Vamos a menos, y yo creo que hay varias generaciones que nos la tenían guardada. Mira que lo ponían clarito, me he portado muy bien y quiero un Scalectrix, he sido muy buena y quiero la Nancy con todos sus complementos, y luego siempre había un chupatintas que recomendaba ajustar los costes y llegaba el tocomocho de las imitaciones fulleras, los juegos de mesa educativos, algún Barco de Vapor lacrimógeno y moñas. Todos esos niños decepcionados nos la tenían jurada. Son los adultos rencorosos que nos dieron la espalda en favor de Papá Noel, ese vikingo gordinflón y su almibarada estética de catálogo de Ikea, todo tan escandinavo, impoluto y socialdemócrata. Que también lo reconozco, nuestro rollo brillibrilli, los oropeles chabacanos y el más es más se nos ha quedado desfasado, hortera, como de fantasía deluxe poligonera, y ya hay urbanizaciones pijoprogres donde llaman a la policía cuando asomamos. También dijimos la primera vez que vimos al Olentzero que aquello no tenía futuro, que a ver quién iba a meter en casa a un aldeano sacamantecas, y ya ven. Libre mercado le llaman. Idiosincrasia le llaman. Al final va a haber pueblos donde nos tengamos que poner a la fila todos los que nos dedicamos al import-export de regalos navideños. Y eso por no hablar de que ya hay muchos mocosos impertinentes que afirman que no existimos. Imagínense la de pasta que se nos está yendo en terapia para tratar semejante trauma. Nos lo viene advirtiendo nuestro nuevo vecino: lleváis el mismo camino que yo, vais a acabar de eméritos, y ni tan mal. ¿Tanta inquina nos teníais? Primero mandasteis al abuelo a Oriente, a borbonear en lo que eran desiertos melancólicos, y ahora nos encasquetáis al nieto. Sentimos mucho lo de aquel Tango Adidas, aquel set completo de Mi pequeño pony. Nos equivocamos. No volverá a pasar. Yo, por si acaso, ya he estado hablando con Amazon. Con la experiencia en el gremio me buscan un puesto en los años que me quedan para jubilarme. Abdico. Me retiro a Galicia a ver llover y comer centollos. Y que vuestras mierdas os las traiga un dron.
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