Hoy, que todavía resuenan en nuestros oídos las proclamas de las marchas reivindicativas del reciente ochoeme, es de justicia que sus ecos no se apaguen sin recordar a la que fue icónica Ministra de Igualdad. Cuánto te estamos echando de menos, Irene. Sin ti, sin ... tu fogosidad pandillera de asamblea y pancarta, esto del feminismo gubernamental está deviniendo una Sección Femenina igual de domesticada y beaturrona. Nos acordamos tanto, Irene, de tu portazo de salida transfigurada en una nueva Casandra trágica y tuitera que clamaba contra «esos hombres, amigos del Presidente, de cuarenta y cincuenta años», a los que había que hostigar hasta su definitiva cancelación. Yo creo que, durante estos días, en la dacha de Galapagar se desayuna, almuerza y cena dulce venganza, que será plato que se sirve frío pero solo en las mesas más pacientes y jacobinas. Esos hombres, esos amigotes machirulos del Sanchismo, son los señoros de las corruptelas que copan los titulares de los medios de comunicación. Y a este punto queríamos llegar: esa cosa zafia y grosera del trapacerismo ibérico se resume en un asunto casi exclusivo de señoros rancios y simiescos. En comparación con el listado de energúmenos que se han dedicado a saquear las arcas públicas, hasta José Luis Torrente parece un lord inglés de maneras exquisitas. De los abanderados sobaqueros de Roldán a los señoritingos casposos de la Gurtel, pasando por el entramado de los Ertes repletos de chupadores de cabezas de gambas, los duques Empalmados o los reyes que abaten elefantes y chorbas con la misma majeza borbónica y prognática, hasta la Koldoesfera actual, una mezcla de zoológico y club de carretera, en la que no falta de nada: un machaca de whiskería que tan pronto hace astillas un tronco como los más elementales protocolos administrativos, un cuñado mochufero que alardea de Ferrari en el casino provincial, o un ministro que tiene el rostro granítico esculpido en lo que parecen muchas trasnochadas en timbas subterráneas. Esa clase de señoros en los que la frase «sujétame el cubata» es el único signo de vida inteligente en sus cráneos alopécicos y precede de forma fatal a las grandes empresas que acometen. Señoros sobrados, expansivos, golfos de una golfería seborreica y jactanciosa, de marisquerías baratas y suburbiales, de putas tristes y farlopa a cascoporro. Y ahora intenten, por un momento, imaginar a una sola señora enfangada en esa Corte de los Milagros de la corrupción carpetovetónica.
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Ortega y Gasset dejó dicho que en España las cosas mejorarían solo con que todo el mundo ocupase una posición un poquito más baja de la que cree merecer, pero a menudo la situación de las mujeres invita exactamente a lo contrario. A mí me parece que durante los próximos dos mil años no pasaría nada por que probásemos a invertir los papeles. Le escuchamos a Tangana afligirse por la presencia de demasiadas mujeres en su biografía; y no, mire, el problema son los demasiados señoros en nuestra vida pública.
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