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A este valle de lágrimas llegamos marcados por el sino fatal de exigencias tiránicas. La más conocida es aquel grosero axioma bíblico según el cual debemos ganarnos el pan con el sudor de la frente, así, en crudo, como sometidos siervos de la gleba sin ... derecho a la holgazanería o a unos parvos ahorrillos a plazo fijo. Y otra, aun más apremiante si cabe, es esa que a lo fino llamaríamos la urgente llamada de la carne, nombrada en chiquitistaní como la caidita de Roma, o que también es conocida entre lo más preclaro de la chavalada actual como «hacer el delicioso», genial denominación que solo con enunciarla ya nos hace la boca agua. En este cumplimiento de las leyes de la especie mi generación conoció más sombras que luces, sobre todo porque los cortejos tenían lugar a altas horas de la noche en antros cavernarios, con un candor torpe y tímido que no arreglaba precisamente el exceso de cubalibre y psicotrópicos. Mucho tirar de pico y pala y muchos Malibúpiña pagados en las barras del Área-7 o del Yoque, legendarios reinos olvidados de nuestra cartografía sentimental. Se rumoreaba que en misteriosos paraísos meridionales el amor flotaba en el aire sin tanta traba ni trabajo, que uno llegaba y besaba el santo, o a la santa, sin necesidad de nuestras instancias por triplicado. Pero de la verdad de la vida uno siempre se entera tarde, mal y, sobre todo, cuando ya ha cambiado de preguntas. Con todo esto quiero decir que no somos nadie para juzgar los usos amorosos de la muchachada contemporánea.

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larioja Amor Hacendado