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Del 2025 no pasa. Ya son demasiados años de docencia gris y rutinaria y resulta que tengo madera de pitoniso. Me hago un maestro Joao a altas de la madrugada en 13TV y adiós a una vida de madrugones y niños del exorcista. Soy adivino ... y para muestra un botón: ni a usted ni a mí nos va a tocar mañana el gordo de la lotería. Y si, por cosas del azar, me equivoco, a usted o a mí nos la va a traer floja cualquier cosa que yo haya pronosticado en este artículo. A estas horas estaré maldiciendo y comprobando incrédulo cada décimo, cada participación, por pequeña que sea, la del frutero pakistaní de la esquina, esos dos euros malgastados en los alevines del equipo del barrio.
La última vez que me cayó una pedrea fue en pesetas y esos tiernos infantes de san Ildefonso hoy tendrán una recua de hijos y deudas, y todas sus esperanzas puestas en que sus sucesores canten su número y arreglen el desaguisado que llamamos vida adulta. Confieso que soy esa clase de persona noble y generosa que solo juega por si las moscas. Quiero decir que puedo seguir haciendo equilibrios con la nómina, pero en ningún caso soportaría verme convertido en el único panoli de entre allegados o compañeros del curro que dejó pasar el número agraciado. Ya saben, si en un grupo tardan en descubrir al pringado de turno, preocúpense. Veo también en mi bola de cristal a ese nutrido grupo de cenizos que mañana, cuando hagamos trizas los boletos, nos recordarán que la mejor lotería, tal y como están las cosas, es la del trabajo. Ya, y unos ahorrillos a plazo fijo en la Caja. Estarán a un solo tópico de distancia de incluir en el lote la salud. Esos grandes mantras bajoneros. Ahorro. Esfuerzo. Quinoa.
O sea, que no salimos de pobres y además, ya metidos en jaleos navideños, cenas de empresa, nochebuenas con cuñados, la capa de Ramonchu y un hígado al borde de declararse en huelga indefinida, todavía tengo que preocuparme por el colesterol y las transaminasas. Qué tendremos los mindundis que nos han grabado a fuego la modestia y hasta en los raros golpes de suerte nos parece que tenemos que pedir perdón. Hay algo tan triste y tan reconocible cuando mañana aparezcan en televisión gentes random eufóricas, derramando cava sobre vasos de plástico a la puerta de una administración o un bar idénticos a los nuestros, y les digan a los periodistas que el dinero les viene muy bien para tapar agujeros. Hasta cuando somos ricos nos asoma la pobretería. Con lo que molaría que declarasen que se van a fundir hasta el último duro en piscinas de Moët Chandon, que se llevan a la chati o a su chorbo a pasarse un mes a todo trapo en las Seychelles. Que van a despilfarrar el premio y a ver quién les quita lo bailao. Nos han condenado al pico y a la pala para merecernos hasta el más ínfimo de los logros, y la vida cañón debería ser fácil y gratuita sin necesidad de deslomarse. A tomar por saco ahorro, esfuerzo, quinoa. La felicidad es la antítesis de una simple pedrea. Soñemos por encima de nuestras posibilidades. Feliz Navidad y gracias por soportarme durante todo un año entero.
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