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Lo de los botellones en San Mateo estaba cantado. Lo sabía el Ayuntamiento. Lo sabía la Delegación del Gobierno. Lo advertían los empresarios del ocio nocturno. Lo temían los ciudadanos. Y finalmente los soportan los policías, que son los que dan la cara maniatados, mientras ... las autoridades se ponen de perfil. Que de los discursos buenistas dan el salto a otros cargados de intención, eso parece, culpándonos a los medios de comunicación de dar pábulo a este fenómeno. De poner el acento. De ser injustos. Suena a lo de matar al mensajero. Qué malos los periódicos, qué retorcidas las radios, qué perversas las televisiones y qué enredadores los digitales mostrando a la opinión pública datos auténticos y contrastables del desmadre de las noches de los fines de semana en el parque del Ebro, intensificado estos días de fiestas low cost.
Pero hay que insistir: la cuestión mollar no es que periódicos, radios, televisiones y digitales informemos de la impunidad con la que miles de jóvenes atentan contra la salud pública de madrugada. La clave es que Logroño ha tolerado la conversión de uno de sus espacios públicos en un botellódromo. Y el hecho de que este fenómeno se reproduzca en otras ciudades no justifica continuar de brazos cruzados. Los logroñeses pagan los impuestos en Logroño y, como es lógico, reclaman a las autoridades de Logroño, no a las de Madrid o a las de Barcelona. La solución no es sencilla, desde luego, pero lo increíble es que, ni simple ni compleja, se intente encontrar.
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