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Una bóveda de crucería

Una bóveda de crucería

Sábado, 19 de junio 2021, 00:03

Pocos días antes del Orgullo, pienso en tres hombres. El primero es el artista chileno Pedro Lemebel, quien con Pinochet todavía en el poder leyó ante sus compañeros de clandestinidad un manifiesto que puso en tela de juicio al hombre revolucionario: «Pero no me hable ... del proletariado / porque ser pobre y maricón es peor. (…) / Mi hombría fue morderme las burlas, / comer rabia para no matar a todo el mundo. / Mi hombría es aceptarme diferente.» El segundo es el cupletista republicano Miguel de Molina, que ante los gritos de 'mariquita' de unos falangistas, detuvo el espectáculo y les respondió: «Mariquita no, maricón, que suena a bóveda.» El tercero es el escritor y guionista Roberto Enríquez, que el pasado viernes estrenó 'Maricón perdido', una serie autobiográfica que, por su profunda significación queer y por su reivindicación política de la propia identidad es, como poco, una preciosa bóveda de crucería.

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