Secciones
Servicios
Destacamos
Nos faltan 10.000 tornillos. Poco más o menos. Las últimas noticias sobre lo que somos, publicadas en prensa esta semana, certifican algo que ya sabíamos aplicado a otras muchas cosas y asuntos, incluidos nosotros mismos, nuestra especie: que las carencias y los límites son ... los que nos caracterizan y ahorman, para mal y... para bien. Que funcionamos, al igual que algunas artes, por sustracción. Ya digo que –por ver la botella medio llena– sobre todo en lo mejor. Resulta que los humanos, los mamíferos humanos, somos lo que somos porque tenemos 10.000 piezas de ADN menos que, tirando por lo bajo, otras 240 especies de mamíferos placentarios (sin contar, puntualizan los científicos, peces, reptiles, aves, anfibios, plantas y hasta microorganismos). Se trata, sin duda, de una gran lección de humildad. Eso de entrada.
Lo dice muy claro, entre signos de admiración, una bióloga evolutiva de la Universidad de Melbourne, advirtiéndonos que en lo que consideramos nuestra identidad, «¡somos consecuencia de un borrón molecular!». O sea que la evolución parece estar sujeta a una suerte de autocensura que restando lograría incrementar. Tal y como se cuenta este fenómeno desde los laboratorios de ingeniería genética vuelve a encerrar una gran analogía con la genética de lo artístico, y así, uno de los científicos autores de este descubrimiento aparentemente a la baja asegura que la supresión de algunas piezas ha hecho, sin embargo, que aumentara la expresión. A menos piezas, más expresión. Esto, te lo firma un buen artista, o un buen espectador del arte.
Así que en lo que podemos como humanos ser más admirables es en esta proporción de ADN ausente. También esto nos explica emocionalmente, por supuesto. Ahora entendemos mejor la naturaleza de nuestra nostalgia estructural. A hacer de lo que ya no está o no estuvo nunca, de lo que ha desaparecido o de lo que se fue o no fue, un tema mayor de nuestras vidas, con traducción directa a la literatura, a la música, a la fotografía, a la pintura, a la plástica: a las formas que nos expresan, vaya, y que –eso sí que ya lo notábamos– consisten, por encima de otras motivaciones, en levantar acta de lo perdido, de todos aquellos pedazos que nos faltan, los que nos arrancan o los que vamos extraviando por el camino, como quien pierde células a chorro.
Somos, en gran medida, lo que no tenemos. Paradójicamente es lo que nos construye. Y sí, eso es lo que nos diferencia del resto de los mamíferos, atacados en mucha menor medida por un temperamento tendente a la aflicción, por una «tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales», que es como define la RAE la palabra «melancolía». Pero, ya reconocía también Aristóteles que sin melancolía no hay genialidad. O sea que el genio saca partido de la merma molecular, elevando a la enésima potencia las escasas piezas de las que disponemos y con las que jugamos.
Los que no somos geniales nos limitamos a ser un poco trileros de los dados que hacemos bailar bajo el cubilete. «Las eliminaciones también pueden generar algo nuevo» concluye, mirando el lado positivo, el científico al que me refería antes. Porque, por lo visto, no todo, pero bastante de la materia celular de la que carecemos (no toda, ¡eh!; para ser sinceros hay alguna que nos hubiera venido bien para el sistema eléctrico de nuestras neuronas) parece ser que es grasa. Y de añadir capas grasas ya se encarga luego el día a día. Lo que nos hace pensar, centrándonos de nuevo en lo bueno de contar con el ADN justo (para pasar el día, que diría José Mota), que hay que aplicarse a gestionar esa baja tasa grasa con la que aparecemos, puesto que hay reside la clave del lucimiento.
Con todo, y a pesar, de la diferencia entre en la información genética, recuerdan los científicos que todos los mamíferos, después de haber pasado juntos por dos pelis de catástrofes como la separación de Pangea y el impacto de un meteorito, compartimos un corazón de cuatro cámaras. Luego, gen arriba, gen abajo, somos unos románticos. Y hacemos versos con ventrículos endecasílabos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.