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El anuncio de Sánchez de que los Presupuestos incluirán un bono cultural de 400 euros que disfrutarán los jóvenes al cumplir 18 años en 2022 para que puedan invertirlo en libros, teatro, cine, danza, música, etcétera, a pocos dejó indiferente. El hecho de que existan ... medidas semejantes en Francia e Italia no disimula el carácter electoralista de una dádiva que costará unos 200 millones de euros. La víspera, el presidente había anunciado también otro bono distinto, el dedicado a facilitar el acceso a la vivienda: 250 euros al mes para el alquiler durante dos años para todos los jóvenes entre 18 y 35 años que tengan una renta anual por debajo de 23.750 euros. Sánchez vinculó ambos bonos, que probarían, a su juicio, que «lo que queremos es seguir protegiendo a los jóvenes, darles más ayudas para la emancipación. Además, el primero contribuiría a dar un impulso a la industria cultural». Ni la cultura, tan postergada desde siempre por el sector público, despegará mediante este gesto vacuo, ni los jóvenes, con un desempleo que bate récords en la UE y una formación mediocre, se integrarán en la sociedad por estas vías. Las reformas precisas son mucho más arduas y requieren otra visión estratégica de la política.
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