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No entiendo a quienes lamentan esta situación política que denominan con pesadumbre 'bloqueo', entendido como la imposibilidad de constituir un parlamento y poner en marcha un gobierno con cuerda para rato. Porque los parlamentos solo sirven para fabricar leyes y los gobiernos para promulgar decretos ... cuyo objetivo suele consistir en restringirnos aún más la libertad a los ciudadanos frente al Estado prohibiéndonos unas cosas u obligándonos a otras. Así que, con miles de leyes, decretos, disposiciones y normativas ya en vigor, no venía mal esta especie de barbecho legislativo para que, como en la plegaria de la virgencita, nos quedemos como estemos durante una temporada.
Si esta reflexión les parece extravagante, permítanme ofrecerles una de las últimas perlas legislativas enhebradas en el collar de las imposiciones justo antes de la defenestración de Rajoy al bar de la esquina. Me refiero al Real Decreto 293/2018, sobre reducción del consumo de bolsas de plástico, cuyo fin es «prevenir y reducir los impactos adversos que producen en el medio ambiente, con especial atención al daño causado a los ecosistemas acuáticos».
Moléstense en ojearlo al menos y verán cuánta palabrería y cuánto trabajo de cuántas señorías se necesitan para prohibir que en el súper nos den gratis las bolsas, «a excepción de las muy ligeras o con espesor superior a 50 micras con un porcentaje de al menos el 70% de plástico reciclado». Son ganas de prohibir porque aquí no tiramos las bolsas de plástico al Ganges, al Índico o al lago Victoria, que es donde está el problema, ni siquiera al Ebro, al Najerilla o al pantano de El Rasillo. Además, si son tan perniciosas para la salud de los terrícolas y el futuro del planeta, ¿por qué no las prohíben aun pagándolas? Si no se atreven con el tabaco, cómo van a hacerlo con la bolsa de la compra.
Desde un punto de vista sociológico, el decreto ha conseguido un efecto quizá más interesante que el medioambiental. Cuando la cajera del supermercado nos pregunta si necesitamos «bolsita», a cinco centimitos, la inmensa mayoría respondemos que no porque la traemos de casa. Ya hay estudios que demuestran la drástica reducción del consumo de bolsas cobrándolas a 5 centavos. Su conclusión es que una pequeña penalización dineraria puede tener un efecto importante sobre la conducta de los consumidores, posiblemente aplicable a otros ámbitos. Y no digo cuáles me vienen a la cabeza para que no se me eche encima esa progresía frentepopulista que amenaza con gobernarnos a decretazo limpio y no precisamente tan flojitos como el de la bolsita. Estos van a por la Bolsa de Madrid, a meter la mano en su bolsa de usted y a llenar esa que hace bona a Barcelona cuando sona. Lo que nos vamos a acordar del bendito bloqueo.
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