Una breve y emotiva concentración en las Ramblas, cargada de tensión y boicoteada sin el más mínimo pudor por alborotadores independentistas, recordó a las víctimas de los atentados yihadistas perpetrados hace cinco años en el corazón de Barcelona y Cambrils, en los que 16 personas ... fueron asesinadas y 355 sufrieron lesiones. La coincidencia en el acto de altos representantes institucionales y damnificados no ocultó la persistencia de las fracturas provocadas por aquella masacre, producida en medio de la ruidosa vorágine secesionista que precedió al referéndum ilegal del 1 de octubre y en la que, contra toda evidencia, sectores del soberanismo siguen obcecados en involucrar al Estado. El hecho de que los autores de la matanza fueran jóvenes crecidos, educados y radicalizados en el fundamentalismo en nuestro país aumentó la conmoción social en su momento y todavía suscita perplejidad en Cataluña.

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Más aún debería hacerlo el injustificable olvido de los poderes públicos que denuncian los afectados y que sobrevoló en torno al acto. El trato que han recibido durante este tiempo está en las antípodas de la dignidad, el respeto, la memoria y la justicia que merecen. Las administraciones ni se han preocupado por su situación ni han garantizado siquiera la satisfacción de sus derechos. Un simple botón de muestra es que, a estas alturas, solo una tercera parte ha recibido las indemnizaciones que les corresponden. Resulta elocuente que la sentencia de la Audiencia Nacional que condena a los tres terroristas que sobrevivieron a los atentados calificara a las víctimas como «las grandes olvidadas».

Causa bochorno y representa un desprecio a su dolor la actitud de un grupo de radicales de no respetar el minuto de silencio, interrumpido con proclamas independentistas y gritos en demanda de «la verdad» jaleados por la expresidenta del Parlament Laura Borràs. La enfermiza obsesión por vincular al Estado con la masacre en un supuesto intento de desactivar el 'procés' forma parte de una peregrina teoría de la conspiración desmontada por los tribunales y carente de la menor prueba, que envenena el clima político. El mayor de los Mossos Josep Lluis Trapero ha sido contundente: «La ayuda más leal que recibimos fue la del CNI». Pero, ahora que la pulsión rupturista ha caído con fuerza, algunos sectores parecen empeñados en reactivarla a cualquier precio. Aunque sea con eslóganes tan disparatados como 'España nos mata'.

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