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Entre las conquistas de la nueva política, el Parlamento anotó en la anterior legislatura una curiosa hazaña, cuando acogió en su amable seno a diputados procedentes de los partidos llamados pequeños, que venían a oxigenar el debate público con los (perfeccionables) resultados conocidos: no debieron ... ser demasiado afortunados en sus labores tanto los parlamentarios de Ciudadanos como los de Podemos, puesto que ninguno repitió candidatura. Se evaporaron. Sus sucesores se desempeñan hoy de manera desigual: así como la formación naranja, que ha vivido mejores años demoscópicos, mantiene el pulso, en UP prende la división. Henar Moreno va por libre, metiendo el dedo en el ojo del orden del día cada vez que puede, y Raquel Romero, también: se sienta en el escaño, aplaude con brío, regresa a los Chapiteles... De su trabajo parlamentario hay poca noticia: de momento, se comporta en cada sesión como esos buenos españoles que disfrutan viendo cómo sudan los demás.
Tiene suerte. Porque así puede asistir desde su butaca al regreso de aquel tiempo que le sorprendió fuera del Legislativo, porque el retrovisor continúa siendo la herramienta favorita de sus señorías. También sirve como arma, para afearse los unos y los otros su obsesión por volver al pasado. Cuando la nueva política no existía. El tiempo del bipartidismo. ¿Y qué era el bipartidismo? cuenta un profesor universitario que le espetó este curso un alumno. Buena pregunta. Que tiene respuesta. El bipartidismo era cuando Carlos Cuevas ejercía de currela en las obras del San Pedro («Nosotros lo construimos», proclamó ayer: ah, esa primera persona del plural, tan reveladora) o cuando el PP se empleaba, según Sara Alba, en «fuegos de artificio» en materia de política sanitaria. Los tiempos que, según parece, han concluido. Porque llegaron Romero y los suyos, se impuso el talante hipotenso que distingue por ejemplo al consejero Uruñuela, as del efecto placebo, y la vieja tensión del bipartidismo se encarna hoy en otra tensión: la tensión entre el PP y Sara Alba. Entre amnésicos y todólogos, como resumió la consejera. Sólo falta saber quiénes son los amnésicos. Porque todólogos somos todos.
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