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O eso al menos es lo que tratan de hacernos ver desde instancias gubernamentales y comunitarias. «Todo va muy bien, todo está bajo control, lo iremos mejorando pese a las pandemias y a las guerras. Todo muy bien, con el tiempo, si nos dejan y ... si hacemos un sacrificio más, llegaremos a ser la envidia de Europa».
Al oír expresiones como estas me digo a mí mismo lo del Tenorio de nuestro inmortal Tirso de Molina: «Qué largo me lo fiáis». Y así es. Hay promesas que siempre quedarán en eso, en promesa, en el cuento de la lechera.
Esto, en el fondo, me da igual. Hemos vivido sin tren de alta velocidad, sin autovías y autopistas; con empresas riojanas que se van al territorio vecino y un etcétera no muy extenso, pero sí de enjundia. Creo que por no disfrutarlo no nos vamos a morir.
Tampoco me agobian los sesenta y dos mil riojanos y los seis millones de españoles que sobreviven en el umbral de la pobreza. Son una dolorosa y permanente realidad que nadie puede desatender y que, por ello, ya se contempla, cada año, en el presupuesto y la estrategia de trabajo caritativo, social y político.
¿Quieres saber en qué pienso cuando oigo a nuestros políticos formular cantos al sol? En todas esas familias integradas por abuelos, adultos, jóvenes y niños, con rostro y circunstancias específicas, a las que hemos dado en llamar la clase media para entendernos mientras hablamos de socioeconomía, pero que aglutina realidades tan dispares como personas que no llegan a final del mes, o se endeudan para pagar el gas y los imprevistos, o no pueden acudir al dentista ni al oculista por miedo a los cientos de euros que les pedirán, y otras que pueden cubrir todas sus necesidades presentes y futuras.
¿Qué pensarán los ciudadanos que viven temiendo la declaración de Hacienda, el próximo recibo del IBI o del agua y basura, o el precio de los libros del curso que viene, o el coste de la grúa que necesitan para atender a su padre enfermo, o el impuesto de sucesiones que abonarán tras enterrarlo, y que un día sí, otro también, llegan a fin de mes dejando todos los pelos en la gatera?
¿Qué pensarán las madres que después de escuchar mucha propaganda feminista, mucho rollo en plan 'libertad sexual y reproductiva' y mucha bobada en torno a la paridad se ahogan mientras intentan sacar a flote a sus hijos, empezando por el momento del nacimiento, siguiendo por la conciliación de horario laboral y familiar, para terminar, cabreadas y ahogadas por los impuestos a su trabajo?
¿Qué pensarán las personas con iniciativa empresarial que luchan por sacar adelante proyectos novedosos, cercanos a las necesidades/oportunidades de su entorno, más equitativos en el reparto de riqueza que las multinacionales, más comprometidos con sus trabajadores y con su barrio, todas muy hacendosas, cuando constatan que harían mejor carrera siendo presidentes de una comunidad autónoma en la que si prevaricas y malversas durante 36 años más de 680 millones de euros no debes temer recibir el castigo que la Justicia te imponga?
¿Qué pensarán los adolescentes y niños que crecen en un mundo donde, aunque «todo va bien», ellos no pueden elegir la asignatura de religión y viven la amenaza del cierre de su colegio concertado; donde no pueden optar en igualdad de condiciones a los estudios superiores que pretenden porque la EBAU es desigual según regiones?
¿Qué pensarán los ancianos con pensiones no contributivas cuando, aunque todo va bien, les suben la pensión la ridiculez de 2 euros? ¿Y los enfermos que ven cómo se les vende el aumento del gasto sanitario mientras se cierran ambulatorios en sus demarcaciones rurales y se aprueba una ley de eutanasia?
La Rioja es muy grande. España, más. Nunca podrá ir todo bien. Siempre habrá muchísimo que hacer. Lo que importa de verdad es que todos seamos capaces de estar a la altura de las circunstancias y priorizar tiempo, energías, desembolso, ahorro y servicios. Para que esto funcione, debemos reducir mucho el derroche, invertir con visión de futuro y cuidar muy bien (para que duren mucho) los bienes que usamos o adquirimos. Debemos dejar de mentir por sistema y fomentar la verdad y el bien. Debemos poder vivir en libertad y fomentar la responsabilidad personal y corporativa, así como dejar de hacer leyes que poco a poco asfixian a las personas.
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