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El aniversario del primer año de Joe Biden al frente del Gobierno de Estados Unidos ofrece una imagen declinante no solo de la popularidad que llegó a atesorar –ganador de las elecciones ante Donald Trump con 81 millones de votos detrás–, sino, sobre todo, de ... las expectativas, de puertas hacia dentro y hacia fuera, que generó su llegada a la presidencia. Con el caótico abandono de Afganistán como lunar de su mandato, Biden encara los escollos de una pandemia con 65 millones de estadounidenses sin haberse vacunado, una inflación al alza, las trabas –en sus propias filas– para hacer prosperar su planes 'estrella' en materia social y ecológica o las fricciones con China y Rusia. El presidente demócrata demostró que era posible conquistar la Casa Blanca contra Trump. Lo que no ha logrado es administrar el país remando a favor de sí mismo; a favor del programa de actuación presentado hace doce meses, tras el inquietante asalto al Capitolio, como una oportunidad para el renacimiento de la convivencia estadounidense. La democracia de la todavía primera potencia mundial ha resistido, con Biden a la cabeza, el embate del populismo 'trumpista'. Pero sin que ello se haya traducido en una nación más cohesionada.
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