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1. A Trump.

Atendiendo, no atendiendo, a periodistas, a la gente; hablando de soslayo, medio asomado a una puerta del Air Force One. Sin ganas, ... sin tener por qué dedicarle un minuto a nadie. Con desprecio. A su nación, a la gente, qué incordio, a los medios, qué estorbo. Gobierna, no gobierna, como si estuviera de paso, sobre una mesa en la que no hay ni un solo ordenador, ni un papel, como en la cabecera de un consejo de administración. Solo un cajón del que saca plumas afiladas como un estilete, como el apéndice de un tornado. ¿Bajo qué mesa circulan, entonces, los asuntos? Su reino no es del Despacho Oval. No se le ve nunca en camisa, currando, que es como siempre han gobernado los presidentes norteamericanos: en una camisa IKE, como las que vestía Eisenhower. Mientras que Trump despacha el negociado con desaprensión, como nicho de negocio y potro de venganza, su país va de cabeza al corralito.

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