1. En Rosa

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Julio trabaja de Pantera Rosa, desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche. Con el buen tiempo. En invierno acorta la jornada, por el frío. Aunque se pone por debajo dos camisetas de termolactil y ya de por ... sí el disfraz le da calor. Sobre todo el cabezón, que en verano le produce cefaleas. Vive en San Blas. En un piso pequeño. De los de ladrillo rojo. De finales de los cincuenta. Una casa para obreros. Como lo era su padre. De la construcción. Vive sólo con él. Y lo cuida. El padre tiene 87 años y una movilidad reducida. La mayor parte del tiempo se lo pasa viendo la televisión, los productos milagros para la circulación en las piernas. Y revisando con una lupa, porque ve mal, los folletos de los súper, que su hijo le trae cada día, cuando regresa del trabajo. Miguel desayuna en un bar de Montera. De paisano. Como le conocen, le guardan el disfraz. Después de desayunar se viste de Pantera Rosa en el servicio y sale ya vestido del bar. Con una bolsa donde guarda globos de color rosa que irá anudando en la plaza para darles a los niños, con tal de que a sus padres se les caiga un euro, o medio. Y si son generosos, les imita el pasito del dibujo animado. Come de túper o bocata, sin quitarse más que la cabeza, a la sombra de cualquier portal. A veces con Picachu, una compañera. Al final del día deja el disfraz en un cuartito del bar. Coge los folletos de los buzones de alrededor y en el metro va eligiendo los más interesantes para su padre. En algunos ya hay publicidad de turrones y de renos de fieltro.

2. Estatuaria

No conozco su nombre. Ni se lo pregunto. Trabaja en la estatua del Oso y el Madroño. Vive donde toca. Y cada noche duerme en un cajero distinto, aunque céntrico. Me dice que él sí puede presumir de vivir en el centro de Madrid, y cerca de Alcalá, no como la mayoría. Y rodeado de dinero, ironiza. Se sonríe y arroja la colilla al suelo para ponerse a la faena. Se coloca al pie de la estatua, como posando. Y cuando llegan turistas les indica con señas el rabo del oso pardo, esa especie de moño dorado por el manoseo. Les invita a que lo toquen e intenta explicarles con mímica que les dará suerte. La gente lo entiende y sigue sus instrucciones. Pero con esto, él todavía no saca nada. Lo bueno viene cuando, con su móvil, los turistas se disponen a hacer la fotografía de la estatua. Con ellos o sin ellos dentro. Entonces él se planta delante, en el escalón del pedestal cúbico. Y éste es el momento de la negociación, porque los turistas pretenden prescindir de su presencia, pero él no se mueve. A menos que le den un euro, o la voluntad. Aunque nada más sea por haberles hecho de guía en la anatomía del oso hasta al alcanzar el apéndice de la fortuna. Hay veces que no está claro si el disfrazado es el oso y la estatua es este hombre.

3. Firmamento

Flor María, Flor, trabaja en el cielo. Es peruana. Lleva en Madrid dos años. Ha tenido varios trabajos, o parecido. El que tiene ahora supone un menudeo económico, pero tiene algo que le gusta. Su horario es desde que anochece hasta las cuatro o cinco de la mañana. Vende esas especie de luciérnagas, no sé cómo se llaman, que se disparan al cielo con una goma, como un tirachinas. Y que descienden girando e iluminadas. Flor es la primera que se queda hipnotizada cada vez que lanza una. Casi no le importa que luego no se la compren. Aunque entre las luciérnagas y un par de tiendas que limpia en Preciados va tirando para pagar una cama en Valdezarza. Lo que más le gusta es intentar cada noche alcanzar la altura del Tío Pepe. Y para ello, dispara una tras otra sus luciérnagas, con puntería, llegando a coincidir varias en lo más alto. Desde la plaza, parece que Flor hubiera dibujado toda una constelación y el Tío Pepe saluda la Feria.

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