Metro

El señor Jiang es concertista de banhu en la parada Arganzuela- Planetario, línea circular. Tiene ochenta y cinco años y vive en Usera, con sus dos hijos, que se dedican a la importación de productos para los mercados y bazares del barrio. Cuando el señor Jiang enviudó, desempolvó el Banhú que se trajó de Tianji, a principios de los años 60k, cuando se vino, como otros tantos compatriotas, a vivir y trabajar en Madrid, montando un restaurant; de los primeros chinos de la ciudad, antes incluso que El Buda Feliz. Su mujer, por lo que cuentan, hacía unos fideos misua y una sopa wanton que salía. Un día fue a comer al restaurant, que estaba en la Cuesta de Santo Domingo, el director de cine Nicholas Ray, que se encontraba rodando en los Estudios de Bronston, en La Rozas, 55 días en Pekín. Le encantó la cocina y contrató a la mujer de Jiang para un catering y a Jiang de figurante. Jiang le preguntó si podía sacar el banhu con él. Ray accedió y en una de las secuencias de la película, una que recorre una calle del falso Pekín por la que pasean Ava Gardner y Charlton Heston, se le puede ver en una esquina tañendo el instrumento. El otro día, ascendía yo por las escaleras de Arguenzela-Planetario y por el túnel se entubaba el sonido alegre y melodioso de un banhu. Llegué hasta él. Me detuve, hipnotizado. Concluida la pieza, me presenté y le pregunté al señor Jiang: El mástil del banhu era de varilla de sándalo y las cuerdas de cola de caballo. Había pertenecido a su padre, músico de la ópera Bangzi de Hebei antes de la segunda guerra chino-japonesa. Y le dejé unos yuans.

Es un maniquí y trabaja de fantasma en la Estación de Chamberí, línea 1, abandonada desde 1966. Cuando la atraviesen ustedes, sin pararse, lo verán en una garita, con el uniforme antiguo del metro, iluminado por una luz trémula. Siempre quieto, haga frío o calor. Sentado en escuadra. No es, desde luego, la Estación en la que un le gustaría que se estropeara el convoy por avería. Éste fue su último trabajo. Era un maniquí de clase media. Su anterior empleo fue, durante décadas, el de maniquí de escaparate en el SEPU, en Gran Vía. Era suizo. Lo trajo la familia Goetschel cuando se hicieron propietarios de los almacenes. El maniquí vivió la suspensión de pagos, los traspasos, el endeudamiento y la liquidación y cierren en 2002. Ahora vive tranquilo, ajeno a los avatares de las grandes superficies.