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Dulcinea en Cervera del río Alhama
Ojo de buey

Dulcinea en Cervera del río Alhama

Sábado, 7 de diciembre 2024, 21:52

«Y como no fuese referido de manera holgada por don Cervantes en la parte segunda de su libro el episodio de las jornadas que doña Ana Herreros de Nava, cerverana insigne e ingeniosa, pasó en la prodigiosa Ínsula de Barataria, me presto a cumplimentarlo ... en este apéndice que me concede vuesa merced en el heraldo que tan sabiamente rige. Pues son noticias que acaso en tiempos venideros tengan su semblanza y figuras; su romance y su pasacalles. Menos no cabe esperar, habida cuenta que en aquella región insular, enclavada en el mismísimo corazón del vecino Reino de Aragón, y más precisamente en la localidad de Alcalá de Ebro, habría de encontrarse doña Ana con el archiconocido Alonso Quijano, apodado 'el Quijote' por lo que ya sabemos, y con otras personas que le acompañaban en su salida, a cada cual más llamativa y singular. Era doña Ana una joven doncella avecindada en el barrio alto de Cervera del río Alhama y adornada con talentos varios, por añadidura a su preciosidad. Destacando entre sus artesanías la de bordadora. Y así, habiendo llegado a sus oídos que en la dichosa Ínsula, única en el orbe por estar rodeada de tierra en vez de mar, se tejían maravillosas túnicas y blusas adamascadas y se hacían hilos de seda y oro no conocidos en otras provincias, se encandiló con la idea de visitar aquellos talleres encantadores. De resultas, con unos pocos ducados que le dio su padre, don Herminio, que era escribiente del Corregidor y disponía de posibles, la muchacha se sumó a una caravana que haciendo posada, de paso, en Cervera recorría de seguido las casi cincuenta millas que duraba el llegar hasta Barataria. En un hato portaba doña Ana como presentes para los habitantes baratarios alpargatas de distintas hormas y un surtido de golosinas arábigas; todo ello fabricado en su Cervera, población rica e imaginativa y regada –en sus pagos, industrias y razonamientos– por el fértil Alhama. Sobrará el apuntar que fue el llegar la cerverana a la Ínsula con semejante botín y el caer en gracia de los duques que allí mandaban, los de Villahermosa, que a no tardar la alojaron en la misma residencia donde moraban y obraban las hilanderas, las cortadoras, las que mezclaban los tintes y las que estampaban los tapices.

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