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Solo dos veces se ha quedado Logroño sin su San Bernabé. En 1599, a causa de la peste, y, en 1701, por un olvido (Corporación dixit).
¿Olvido? Gracias a la tesina 'El ceremonial civil barroco', escrita por el profesor y director teatral Fernando ... Gil Torner y dirigida por el catedrático de la UR José Luis Gómez Urdáñez, sabemos que no hay olvido sino una gresca descomunal.
Resulta que Carlos II fallece a finales de 1700 y, como es menester, programa la ciudad unas exequias por todo lo alto. ¿Quién mejor que el obispo Pedro de Lepe para dar el sermón en Santiago el Real? Pero Lepe se niega –él quiere en La Redonda, porque cada sermón y oficio lo paga el municipio, y muy bien–. Para colmo, Lepe fallece días después. El Concejo compromete entonces el presupuesto de los toros de 'San Bernabé 1701' para pagar a la parroquia y al predicador. Pero como Logroño tiene cientos de iglesias, conventos y religiosos, y todos pretenden cobrar el estipendio, las exequias reales se posponen sine die por falta de quórum.
Transcurren los meses y las disputas político-religiosas alcanzan tal magnitud que Logroño se ve obligado a enviar a Madrid a un portavoz –a todo trapo– para que desbloquee el embrollo ante el Consejo de Castilla. San Bernabé está a la vuelta de la esquina y el funeral por Carlos II, aún en el aire. Pasan junio, julio, agosto... y cuando el año se acaba, todos coinciden en que, al menos, hay que cumplir con el Voto del patrón. El 22 de diciembre, San Bernabé sale en procesión, oye misa, pero ya no queda dinero para los toros.
¿Y funeral por el rey Carlos II? Todavía lo está esperando.
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