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Aquel domingo llovió como si no fuera a haber un mañana. Pese al agua, el vermú se alargó más que de costumbre en días de partido. Entonces, los partidos del Logroñés marcaban el pulso de la ciudad. Si jugaba en Las Gaunas, la calle Laurel ... ponía el «no hay billetes» y no eran pocos los restaurantes que hasta cambiaban el día de descanso del personal, de ordinario los domingos, al acecho de los visitantes, muchos, que se llegaban hasta la capital riojana con la excusa del fútbol. Porque, bien pensado, entonces había pocas excusas para que un señor, pongamos, de Valencia, se llegase de fin de semana a Logroño.
Llovió y los de Valencia y los de Logroño pasaron de la mesa al campo casi sin solución de continuidad, República Argentina arriba, apenas haciendo estación en el Mar de Plata o en el Cinco Pesos para echar el penúltimo pacharán. Pero todo muy rápido por el calabobos que esa hora caía y porque en el bendito viejo Las Gaunas más valía andarse listo para coger sitio... antes de volverse al ambigú donde el Culín y una nutrida tropa despachaban cafés, solisombras, cubalibres y cervezas con una eficacia nunca vista después. Una rapidez que no evitó, sin embargo, que muchos se perdieran el gol. El de Noly. Un patadón y tentetieso, un punterazo en toda regla para mover aquel balón que ya había empapado toda el agua del mundo y que al profano se le antoja aún hoy pesado como un discurso de Rajoy. Botó una, dos veces en el barro y entró. En sólo cuatro, cinco minutos, aquel gallego bigotón y corajudo había escrito el primer renglón de la más grande historia del fútbol riojano.
Los 85 minutos del resto del partido no han encontrado acomodo en mi memoria. Ni siquiera ahora que uno se va haciendo mozo, cuando dicen que la memoria histórica se apodera del cacumen, surgen recuerdos distintos al gol, a los abrazos, al gigantesco charco que era dueño de la banda de preferencia donde chapoteaban Comas o Martín... Nada más. Para mí, aquel partido sólo duró cinco minutos mientras nadie me demuestre lo contrario. Sé que luego me tocó trabajar para contar aquello. Bendito trabajo. Bendita lluvia. Bendito viejo Las Gaunas.
*Artículo publicado el 14 de junio de 2017
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