Hay quienes viven en la certeza absoluta y desde posiciones inamovibles predicen un futuro apocalíptico... de no hacerse lo que ellos piensan. Aunque el tiempo les quite la razón, siguen en sus trece mirando al cielo a ver si descarga la tormenta que vaticinaron. Quizá sea una virtud convivir con esos brotes de impactante sabiduría pero yo me declaro entusiasta de la duda. No de la indecisión sino de ese recelo mental que te empuja a mirar todos los ángulos de la realidad, a buscar más allá de la primera impresión, a colaborar con esa fuerza que te empuja a conocer lo que se esconde detrás de lo aparente. Me encantan los mares de dudas porque bucear en ellos te aproxima un poco a la verdad.
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La cara y la cruz de la polémica la ocupan estos días los posibles indultos a los dirigentes independentistas catalanes condenados por el Tribunal Supremo. No siento por ellos ninguna pena. Soy tan consciente, como lo fueron ellos, de las consecuencias que entraña burlar intencionadamente la ley. Sin embargo, no es tan seguro que la concesión del indulto sea un error histórico. Algunos, incluidos expresidentes del gobierno, lo creen. El matiz, no menor, es que ellos no tienen que tomar la decisión de tratar de desactivar la bomba independentista que han fabricado otros. Torear desde la barrera es fácil, se gritan consejos desde el tendido, pero el que está delante del toro es otro. El que corre el riesgo es el actual presidente y el acierto o el error, lo dilucidará el tiempo.
Lo que está probado es que en 2006 se declaraban independentistas un 15% de los catalanes. Hoy se ha triplicado el porcentaje. Desconozco si esto es magia o acumulación de errores. Lo que también es un hecho es que los que incumplieron la ley fueron condenados y encarcelados. Dicen que no están arrepentidos. Es duro humillarse en público pero lo de que volverían a hacerlo si que genera infinitas dudas. El independentismo quiere la amnistía porque la Constitución lo impide y desprecian los indultos porque políticamente los desarman ya que desactivarían la propaganda del autoritarismo represivo del Estado español, así lo ha manifestado la presidenta de la ANC, el instrumento civil del secesionismo. Al contrario que en el resto de España, casi tres cuartas partes de los catalanes están a favor de la medida de gracia. Extenuados de este camino a ninguna parte, muchos catalanes quieren y merecen que pase algo que les permita vivir sin esta tensión insostenible. Los nacionalismos son insaciables pero para alimentar la hoguera necesitan mártires que prediquen que será posible lo que ayer fue un fracaso. El rescoldo de la hoguera sigue vivo y a lo mejor es bueno echar agua fría sobre las brasas. Nada es seguro porque ni el pasado ha muerto, ni está el mañana –ni el ayer– escrito, como nos enseñó Machado.
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