Los bares son los reyes. ¿Y tú, qué les vas a pedir?

Mi primer pensamiento se dirigió a nuestros reyes, Felipe VI y Letizia, por aquello de que la noche anterior, Nochebuena, tuvo lugar el mensaje ya tradicional. Pero, la verdad, no me cuadraba mucho aquello de que los bares fuesen don Felipe y doña Letizia. Y menos me cuadraba que se les pudiera pedir algo. Y entonces se me iluminó una luz y me dije: «¡Tate! Los bares son los Reyes Magos; los bares son Melchor, Gaspar y Baltasar. Eso es».

No tengo nada contra los bares. Al contrario. Considero que cumplen una función social importante y digna de ser apoyada. Siempre he pensado que un paseo por la Mayor o la Laurel después del trabajo, en plan pincho y un vinito, ayudan eficazmente en la buena amistad y el buen rollo. Pero eso de que los bares son los reyes ya me parece 'demasié'.

El día de Reyes, 6 de enero, es una fiesta religiosa que conmemora la adoración de los Magos al Niño en el portal de Belén. ¿De acuerdo? Con el paso del tiempo, y ya con muchos siglos de tradición y de costumbre, la fiesta de Reyes se ha convertido en la fiesta de los niños, en la fiesta de la ilusión de los niños. Aún recuerdo como si fuese hoy mismo la ilusión con que mis hermanos y yo esperábamos la venida de los Magos aunque en los años cuarenta del siglo pasado a mí me llegaron a echar un camión de cartón, el mismo –no uno parecido– que el que me echaron el año anterior. Y no me importó nada. Los Reyes eran los Reyes y punto.

Vamos a lo actual. Si los reyes son los bares, qué demonios hacemos con los niños de hoy. Esos niños de dos a siete años. Si con lo de los Reyes hay un momento que puede suponer un trauma, ¿qué pasará cuando se enteren de que los reyes son los bares? A los bares no pueden entrar los niños solos. Y otra cosa. La cabalgata de la víspera de Reyes, su llegada a Las Gaunas en helicóptero, ¿qué contenido escénico van a tener? Las carrozas, la música, los caballos, los camellos, los pajes, ¿qué van a representar en realidad? ¿Una barra? ¿Unas mesas y unas sillas?

Y más todavía. De ahora en adelante, en Clavijo –por poner un ejemplo–, pueblo que yo he atendido los domingos y festivos hasta que he pescado el cáncer, ¿qué van a cantar en la puerta de la iglesia cuando lleguen Melchor, Gaspar y Baltasar con sus sirvientes, todos perfectamente uniformados con sus turbantes y sus barbas? ¿Van a cantar aquello tan bonito y pegadizo de 'Ya vienen los Reyes por el arenal, ya le traen al Niño un rico pañal; pampanitos verdes, hojas de limón, la Virgen María, madre del Señor; oro trae Melchor, incienso Gaspar, y olorosa mirra el rey Baltasar'? ¿O más bien van a cantar lo de 'el vino que tiene Asunción no es blanco ni es tinto ni tiene color' acabada la bienvenida a los Reyes, la misa y acabada la entrega de regalos a los niños? De todo aquello guardo un recuerdo sencillamente imborrable.

Los bares ¿van a poder hacer todo esto? Con seguridad que no. Tampoco es su papel. Termino animando a todos a vivir una fiesta de Reyes llena de cordialidad, de regalos y de buen humor. No están los tiempos para añadir malos rollos con todo lo que está cayendo. Y, cómo no, mi afecto y mi reconocimiento sincero por todo los que nuestros bares de Logroño hacen en favor del buen vivir de nuestra población. ¡Feliz fiesta de Reyes!