La sentencia que impone a Luis Bárcenas dos años de cárcel por pagar con dinero negro la reforma de la sede central del PP y condena al partido por su inexplicable falta de supervisión coloca de nuevo el foco sobre el oscuro pasado de corrupción ... de los populares. Un lastre que solo podrán enterrar con gestos más audaces que la anunciada y aún no ejecutada mudanza del edificio de la calle Génova en Madrid. Pablo Casado tiene razón cuando desvincula a su ejecutiva de los bochornosos episodios salidos a la luz en los últimos años, todavía pendientes de juicio en algunos casos. Pero lo quiera o no, esa sombra forma parte de la herencia de la que se hizo cargo al asumir la presidencia del PP y no desaparecerá por el mero hecho de que él haya impuesto el silencio al respecto en sus filas. Su proyecto ganaría credibilidad con un inequívoco desmarque de unas prácticas repugnantes que no lo son menos porque también hayan incurrido en ellas otras fuerzas políticas. El viento de las encuestas sopla a favor de Casado. Pero hasta las elecciones quedan dos años en los que los 'papeles de Bárcenas', a los que la Audiencia Nacional concede cierto crédito, pueden darle más de un disgusto.
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