Más allá de las puñaladas traperas y los tejemanejes —que suelen ser entretenidos—, hay algo que siempre consigue fascinarme de las investigaciones, periodísticas o judiciales, de los casos de corruptelas: ese momento mágico en el que salen a la luz los nombres en clave utilizados ... por los implicados en las grabaciones que prueban los hechos. En esta ocasión ha sido el turno de las conversaciones incautadas a cuento de la 'Operación Kitchen', la supuesta trama de espionaje ilegal gestionada desde el Ministerio del Interior de Fernández Díaz que, por lo visto, pretendía arrebatarle a Bárcenas ciertos documentos que podrían llegar a poner en aprietos al Partido Popular.

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En ellas, varios sospechosos habituales se prodigan ante el botón de REC del excomisario Villarejo, y el catálogo de motes es para enmarcar: por lo visto, Mariano Rajoy era 'el Asturiano' o 'el Barbas'; Soraya Sáenz de Santamaría, 'la Pequeñita'; el empresario Ignacio López del Hierro, marido de María Dolores de Cospedal, recibía el explícito sobrenombre de 'Polla'; y a otros policías, altos cargos y abogados en el ajo se les mencionaba con apodos como 'el Gordo', 'Cospedín', 'el Largo' o 'Chocho'. Al repertorio le falta un 'chino', un 'rulas' y un 'zanahorio' para sonar como una pandilla de chavales de séptimo de EGB en los ochenta; pero entre todos estos motes hay uno que, por lo que tiene de premonitorio, me seduce especialmente: 'el Barbas'. Es evidente que Eme Punto luce unas mejillas frondosas que le hacen digno de tal honor. Sin embargo, puede que un viejo refrán resonase en su memoria al ver a Bárcenas y Rato desfilar hacia prisión: «cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar».

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