En el otro banquillo
DÉJAME QUE TE CUENTE ·
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DÉJAME QUE TE CUENTE ·
Ruego y suplico a toda la opinión pública que intenten concederme el perdón que ya me ha concedido el Rayo para no ser destruido como ser humano». Son palabras del comunicado que emitió Carlos Santiso, el primer entrenador del Rayo Vallecano Femenino, después de que ... se hiciera pública una declaración suya en un grupo de WhatsApp. Toda una declaración, la suya de hace cuatro años, pero de intenciones.
Santiso incitó a su cuerpo técnico a cometer una violación grupal, emulando a los jugadores del Arandina. «Nos falta que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris y cargárnosla todos juntos. Eso es lo que une a un cuerpo técnico y a un equipo. Mira los de la Arandina, que iban directos al ascenso». Ahí es nada. Para Santino, ahora, «una desafortunada y de muy mal gusto broma machista imperdonable». ¿¿Broma machista?? ¿No es incitación a cometer un delito? Qué más da. Al parecer, ya ha prescrito.
El súbito arrepentimiento, qué casualidad, le ha venido al tipo este cuando se ha conocido su arenga, no cuando la pronunció. Qué hondo pesar ha debido tener durante todo este tiempo. La conciencia corroyéndole. Un insoportable remordimiento tras verse carcomido por sus principios («un audio que en absoluto refleja mi forma de ser ni mis valores», dice).
¿Dimitir? ¿Ser sancionado? ¿Inhabilitado? No, hombre, no. Al menos alguien ha tenido arrestos ante esa declaración nauseabunda. El preparador físico del Rayo Vallecano Femenino B, Jorge Blanco, sí que ha dimitido. «Es una decisión personal, ya que por principios y valores no puedo estar en la misma institución que ciertas personas», alega.
«Extendiendo de nuevo mis disculpas (querrá decir su petición de disculpas, a no ser que entienda que, además, nos perdona...) a toda persona que se haya sentido ofendida». ¿Ofendida? No, asqueada.
«Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos» dice la RAE en una acepción de 'humano', palabra a la que apela Santino. Y él ahí sigue, en el banquillo. En el banquillo del Rayo. Qué pena que no sea en el banquillo de los acusados.
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