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Sabido es que no hay enemigo pequeño. Ya ven ustedes la pequeñez del coronavirus y los disgustos que nos va dando. Él ni siquiera nos ha declarado la guerra, nos desconoce. Su naturaleza, como la nuestra, es perdurar y multiplicarse. Cuando se presentó en sociedad ... los gobiernos minimizaron su letalidad, hoy los más irresponsables siguen haciéndolo.
En marzo sufrimos improvisaciones, desabastecimiento de material, errores de compra... Todo fue superado por médicos y sanitarios que se dejaron la piel y el alma. Los ciudadanos disculpamos lo ocurrido por la sorpresa y el desconocimiento científico, pero lo que está pasando ahora es difícilmente perdonable. Como en las desgracias siempre hay quien obtiene beneficio, algunos políticos creyeron que también en la epidemia habría negocio electoral y empezaron su particular batalla para demostrarnos lo ocurrentes que son.
Los ciudadanos, desde el minuto uno, les pedimos unidad y los sanitarios, refuerzos. Pero ellos se entregaron a la bronca. El virus, entre irresponsabilidades propias y ajenas, avanza hoy a velocidad de vértigo. Había que reforzar todos los niveles del sistema sanitario público en vez de andar pasándose la pelota unos a otros y no se ha hecho. Si equivocarse es humano, sería mucho más inteligente para ganar la credibilidad perdida hacer balance de los errores, primero de los propios y después, de los ajenos. Cuando la gestión es tan cuestionable, un poquito de humildad no arregla las cosas pero se agradece. Después de tantas miserias y de negar la realidad alguien, con el disgusto en el rostro y el agua al cuello, ha comprendido que la unidad y la lealtad institucional es una obligación ineludible para no hundirnos.
Detectado el enfado general y, quizá por ello, se han reunido el presidente del gobierno y la presidenta de Madrid. Al ver el escenario repleto de banderas deduje que el impacto del decorado superaría con mucho al contenido de lo acordado. Llegaron las palabras: «Madrid es España» y, por si nadie entendía lo evidente, Díaz Ayuso insistió, «Madrid es una España dentro de España». Los abundantes asesores de imagen de nuestros políticos han debido insistirles en la necesidad de expresarse con frases sencillas para llegar al corazón del ciudadano. Así que nos hablan como si estuviéramos en el parvulario o quizás, lo planteo como hipótesis, son ellos los que no habiendo crecido intelectualmente creen que nos chupamos el dedo. Hoy incluso han inaugurado un dispensador de gel hidroalcohólico en una estación de metro de Madrid.
Ya vale. Estamos hartos de bobadas y hambrientos de responsabilidad. No jueguen a romper nuestra paciencia. Me uno a quienes reclaman menos banderas y más médicos, más sanitarios, más rastreadores... Es la única manera de sacar adelante a Madrid y a España.
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