Hay quien no quiere que le hablen del pasado alegando que solo les interesa el presente. Ignorar la historia ni la cambia ni la borra, pero desdeñarla por incómoda nos lleva al enfrentamiento. La reconciliación solo llega cuando, conocida la verdad, por amarga que sea, ... se superan los rencores. Argumentan algunos que no hay que recordar el franquismo porque murió con el dictador, pero no es cierto. Sí lo es que muchos jóvenes no saben quién fue Franco ni que ocurrió en España cuando un tal Tejero entró a tiros en el Congreso. Olvidar nuestro pasado reciente es hoy nuestra tragedia.
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Solo desde la ignorancia puede relativizarse lo que oculta el manifiesto de casi 500 exmilitares contra el Gobierno y el chat de quienes consideran que en España «hay que fusilar a 26 millones de hijos de puta, niños incluidos» para arreglarla. Somos tantos los fusilables que un vértigo de tristeza mueve la náusea. 26 millones de balas suman demasiado odio. Disculpar estos excesos demuestra la colosal intolerancia sobre la que se están erigiendo las nuevas formas de hacer la política.
Pero esto no es una chanza de jubiletas sino la indiscutible demostración de que el franquismo ha convivido con nosotros durante años en el ejército, en otras instituciones del Estado y en nuestro vivir cotidiano. Hacía años que no se sentían apoyados por el discurso político pero ahora que algunos tildan de ilegítimo un Gobierno elegido por el voto libre de los españoles, se han envalentonado. Quienes nunca cuestionaron la legitimidad del dictador Francisco Franco rescatan el ruido de sables que dirigió la política en ese tiempo sin libertades que muchos han olvidado. Que después de 42 años de Constitución haya que aclarar esto resulta descorazonador.
Que el excomandante Pardo Zancada, condenado a 12 años de cárcel por rebelión militar y expulsado del Ejército por su participación en el golpe de Estado de 23 de febrero de 1981, luciendo orgulloso estos deméritos, se dirija al Rey preocupado por España demuestra que algunos añoran un país de opereta. Aquel 23F prestigió la figura del rey Juan Carlos pero ello no oculta lo que él mismo ha demostrado, que prefirió el dinero a la dignidad. Hoy quiere volver a casa por Navidad y paga al fisco para evitar una causa penal. Menudo regalo envenado para Felipe VI. El franquismo revivido le interpela al igual que las miserias de su padre. Imagino al Rey escribiendo el discurso de Nochebuena. ¡Vaya papelón! Con el apoyo de los viejos sables y el de su padre no precisa de conjuras republicanas para tambalearse. A lo mejor nos confiesa que está tan abochornado y que en vez de rey de España quiere ser rey mago para borrar un pasado que la historia recordará como la Corte de los milagros. El problema es que esto no es una broma, esto nos está pasando.
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