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Si, como dicen los expertos, bailar reduce la ira, urge un Gobierno sensato que imponga a sus señorías una clase de bailes de salón antes de cada sesión del Congreso. De obligado cumplimiento. Por decreto. Y con una duración mínima de una hora para que ... el desfogue sea total. Por supuesto, nada de elegir pareja. A bailar con quien te toque. Y si coincide que ambos sois del mismo sexo, os repartís los papeles para decidir quién lleva y quién se deja llevar... Las discusiones violentas, la incapacidad para ponerse de acuerdo, y no digamos ya pisar el callo, se penalizará con la prohibición de asistir al pleno. Y se premiará con más minutos de intervención a las parejas de adversarios políticos que demuestren una mayor capacidad de coordinación y consenso a la hora de llevar el ritmo. No hace falta ser Nacho Duato, ni siquiera estar en forma. La actitud es lo que cuenta: el placer de bailar compenetrado con otro ser humano, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión u opinión política. Ya me estoy imaginando esas impagables escenas... Olona hilando ochos y molinetes con Iglesias mientras le susurra al oído: «Ahora que ese moñito te deja la nuca más despejada, te sale mejor el tango argentino que el joropo venezolano, corazón». Echániz llevando a Illa: «Salva, para odiar Madrid, qué bien me bailas el chotis». Ribera a Requena: «Dieguito, 'el 70' de la salsa cubana déjamelo a mí que para eso soy experta en puertas giratorias, ja, ja, ja...». Y en mitad de ese buen ambiente, Poti gritando: ¡Cambio de parejas! García Egea a Pablo Iglesias, mientras se mecen en una dulce bachata: «¿De verdad te ves preparado para representarnos... en la final de danza acrobática?». Iglesias sin despeinarse: «La respuesta es sí».

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larioja A bailar