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A Cayetana la han dejado caer. Se ha quedado sola como el campanazo de misa de una. Ha sido víctima de la misma vehemencia dulcificada con acento de La Pampa que un día la encumbró. Se convirtió en la voz armada del líder de los ... populares, capaz de ametrallar a su oponente con una verborrea de plomo y lo que en su día gustaba ahora ha dejado de gustar. Se busca moderación, rezaba en el cartel mental de Casado con el que hace días buscaba al sustituto de su portavoz en el Congreso. Una búsqueda que se intensificó con la que ha sido la sentencia definitiva de la marquesa argentina: las declaraciones sobre el pasado del padre de otro Pablo, que no el suyo, sino de Iglesias. Y en las pesquisas para hallar relevo, Casado no tuvo que ir muy lejos. Dos escaños más allá estaba ella, Cuca, la exalcaldesa de Logroño, mujer forjada en la contienda local y con un parecido razonable con quien hasta el lunes calentaba su silla. Detrás de ese diminutivo con pedigrí se esconde una mujer fuerte, sin pelos en la lengua capaz de desarmar a su rival pero sin anestesia, sin el colocón que produce tragarse un dulce de leche a bocajarro y sin sedar al enemigo con el deje argentino.
Para Cuca sopla el viento a favor, directamente desde popa, y a buen seguro que aprovechará esta oportunidad como mujer acostumbrada a bregar en terreno pantanoso, a ser un verso suelto y a resucitar en un partido que en La Rioja, en tiempos de Ceniceros, intentó sin lograrlo prescindir de sus servicios. Fue Casado quien la rescató y ahora ha vuelto a hacerlo.
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