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Los socialistas riojanos andan estos días de celebraciones. Festejaban ayer los 140 años de su fundación, a cargo de Pablo Iglesias Sr. (no confundir con ... Pablo Manuel) y celebraban de paso las buenas noticias que por fin arrojan las urnas para sus siglas en la región. Que han conocido noches electorales con aspecto funeral, según la misma tristona escenografía que sufrieron en sus propias carnes el pasado domingo sus archienemigos del PP. En Martínez Zaporta, por una vez, las caras de felicidad no eran fingidas. Cundía la satisfacción y era una satisfacción multiplicada por ene: por todas las veces que hubo que disimular contento. Por tantas y tantas amarguras que tuvieron que ir por dentro.
Quiere la casualidad que mientras la cúpula del partido se reunía ayer en torno a su otrora líder, César Luena, para acompañarle en la presentación de su libro sobre la historia del socialismo (y del ugetismo) en La Rioja, el recuento definitivo de votos del 28A arrojara nuevas dosis de dicha sobre sus siglas. Aunque las buenas noticias no terminaban anoche: los reunidos en la Casa del Libro confían en mantener su idilio con el electorado el día 26 y se amparan en datos como los que ilustran estas líneas, ese mapa de Logroño coloreado de nuevo de rojo. Un mapa que recordará a los más veteranos del partido los felices años en que lograron mandar en las principales instituciones de la región. Los años de aquel romance con los votantes, que llevaron a José Ignacio Pérez al Palacete y mantuvieron a Manuel Sainz mandando en el salón de plenos de Logroño. Los años en que el azul de sus rivales era como ahora una borrosa mancha, limitada a unos pocos distritos electorales de la capital. Los años del viejo PP de Sanz. Que no volverán.
Porque más allá de los méritos (o deméritos) de la actual dirección del PP, la tarta electoral se ha fragmentado con tal intensidad y vigor que resulta imposible pensar a corto plazo en un ecosistema político muy distinto al atomizado resultado que sancionaron las urnas el pasado domingo. Al PP le penaliza una coyuntura desfavorable, que emborrona su gestión a nivel nacional, y una movilización a escala riojana muy mejorable: desde las filas propias y las ajenas se asombraban durante la jornada electoral por la menguada asistencia de interventores y apoderados populares en todos esos mismos colegios que ahora aparecen pintados de rojo. Hubo que recurrir a cuantos cargos del Palacete se encontraban disponibles, consejeros incluidos, para mitigar tanta abstención interna.
La suma de todos esos factores arrojan el resultado de que el mapa riojano y el logroñés, así como otras cabeceras de comarca, hayan virado a los socialistas, que deberían tener uno segundo para la reflexión sosegada en medio de su éxtasis para tener en cuenta que su éxito se cimenta sobre mucho apoyo prestado. Votantes de ocasión, que llegaron desde su izquierda (consecuencia de otro cisma interno, el que vive Podemos) y desde las zonas templadas del electorado: esos electores espantados por la radicalidad del discurso del PP que sí respaldaron a quienes colonizan el centro político. Así se explica que del azul se pase al rojo y se motee la imagen resultante de unas pinceladas naranjas. Una fotografía que por Duquesa de la Victoria confían en que vire hacia sus siglas el día 26, prometiendo ahora que el partido regresará a la moderación. Ignorando tal vez que el votante castiga tanto a quienes se radicalizan como a quienes no tienen principios. Y que penaliza tanto a los veletas como a los extremistas.
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